6.10.08

Cine israelí vs. Michael Bay

No he visto ni una sola película israelí y poseo una información precaria del conflicto que asola Oriente Medio, pero puedo entender al guionista y director Eran Riklis cuando dice que todas las películas que se hacen son políticas. Su pesimismo estético debe provenir de los años oscuros en los que Israel carecía de una industria del ocio bien compartimentada, ajena al discurso de las bombas y de los kamikazes palestinos. Tampoco son éstos años de luz y tampoco he visto un solo film palestino. Los circuitos por donde la filmografía de estos países circula por España están alejados de mi entorno o es hasta posible que no haya circuito alguno. Lo que Riklis concede al entrevistador de El País no es un exabrupto de un tipo encorajinado ni de un offisider, una especie de francotirador de la cultura occidental. Riklis, ese tipo del que no sé absolutamente nada, cuenta la historia por la mirilla de su experiencia, y ésta dice que el cine se deja contaminar por la realidad y, en ocasiones, es la única forma que tiene esa realidad para manifestar su precariedad o su languidez o su moribundia. En España, cine que sí conozco, no sé si pasa esto enteramente. Hay cine político y cine que no lo es, películas facturadas para el entretenimiento más inocente y películas que se articulan alrededor de la provocación política. Un tiro en la nuca no es un divertimento. Zohan, afuera, esa mamarrachada de Adam Sandler, es cine político, aunque se enmascare de banalidad y grosería. El cine político está cortejado por discursos próximos que poco o nada conducen a la propia política. A Bambi se le puede extraer un punto político y es probable que hasta Walt Disney la pensara así y montara un palimpsesto levísimo, una capa de mensajes subliminales que no perjudicara la visión limpia del infante pero sí que agitara al adulto atento. Yo he debido pasar por cientos de films en los que el mensaje se escondía con tan fino tacto que no lo percibí. La praxeología (ciencia que descubrí anoche en un hueco entre John Ford y John Coltrane) dice que uno no hace ciertas cosas por estar haciendo otras. De momento, en términos praxeológicos, prefiero ver Bambi confiadamente, como antaño.

Vuelta a Israel: me sigo preguntando la razón por la cual el cine israelí no existe en mi memoria cinéfila. O el húngaro. O el chipriota. El indio, al parecer, es estajanovista en eso de hacer películas. Bollywood se come a Hollwyood. En otro lado: Si me borran la RKO, la Universal, la Metro, Columbia y cuatro empresas más, mi fascinación por el cine mermaría. Sé nombres de cientos de actores americanos, pero no me pidan uno solo búlgaro. Yo no sé si el cine que vemos, como dice Riklis, es político. Puede que sea así y yo no lo aprecie. Lo que sí tengo meridianamente claro es que vemos el cine que nos dejan ver. Por más que tengamos redes p2p, canales de cable, videoclubs cada vez de catálogo más sofisticado y cine-fórums (en mi pueblo arranca uno muy bueno en breve) seguimos viendo el cine americano, a granel, a tutiplén, sin consideración de otras cinematografías de enjundia menor o de más escaso calado en el gusto popular. Por imperativos de mercado. Por colonización cultural. Por la invisible red que nos mancomuna a todos y a todos nos convierte en consumidores standard. Israel, a efectos de caja, no existe.

8 comentarios:

Isabel Huete dijo...

Leí la entrevista y, estando o no de acuerdo con algunas afirmaciones, me pareció interesante. Yo tampoco conozco nada del cine israelí ni el de otros muchos sitios. América hasta en la sopa.
Yo también prefiero Bamby.
Un besote.

Anónimo dijo...

Nos abdujeron. A mí en los episodios de La casa de la pradera.
Irene

Emilio Calvo de Mora dijo...

En el fondo, la invasión tiene su lado formidable. Como aquella escena de La vida de Brian en la que empiezan a criticar a los romanos y después, bien mirado, bien visto, empiezan a descubrir que todo lo mejor que tienen proviene... de los romanos. Lo que duele, Isabel, es que no haya otra cosa en una medida decente. Ni cine uruguayo ni búlgaro ni belga. En literatura, la colonización va por otros derroteros. Habría que investigar las causas.

Irene, a mí también me abdujeron por esa época. V fue un punto. El coche fantástico, otro.

Anónimo dijo...

Jeje, los Ingalls atacan de nuevo. Hacía tiempo que no oía nada tan gracioso. X-files: El dossier de los Ingalls. Me temo que no hay remedio en esto de que los extranjeros nos invadan. lo han hecho siempre. Ahora, sin embargo, noto que algo de influencia hispana pueda haber en otros lados. Hora era, digo yo. No tengo claro si es bueno o no que eso exista. Muy bueno el post.

Anónimo dijo...

Prefiero ser abducido, colonizado, convencido y marcado mil veces por John Ford antes que por Vicente Aranda.

Anónimo dijo...

El problema no es la abducción. Es que sólo exista un monopolio. ¿Y si hay un John Ford turco y no nos han dejado conocerlo? Mil veces John Ford no, Clint, millones. No es una crítica al american system ni al cine hecho allí. Es el mejor. No hay otro más hermoso ni más adictivo, pero hay filmografías de afuera que se nos escapan, que no están a nuestro diminuto alcance "americanizado".

Emilio Calvo de Mora dijo...

Vicente Aranda no ha colonizado a nadie, Clint. Olvidé eso...

Anónimo dijo...

Dejamos de colonizar cuando murió Buñuel, el más grande. Almodóvar no es exportable, aunque barra fuera. Es un tipo raro, y lo raro funciona. Siento que discrepes, como creo que ahora harás.

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