No es de fiar la IA. Tampoco quienes le solicitamos que haga esto o lo otro, confiados en que dará con el matiz humano que, las más de las veces, si no todas, desatiende. Le dije algo y algo escuchó, pero ese niño no soy yo. Mi intendencia algorítmica es pobre. Su sutilidad es nula. No sé tampoco si andará por algún lado y lo que requerí excedía su providencia binaria. Queda la idea. El niño. La novela escrita 50 años largos después. Tuvo mala fe la máquina. Se veía venir. Estaba a huevo que pifiara mi propósito y metiera en la imagen un roto, un preámbulo de lo que está por venir, que no sé si será bueno o nos desquiciará y hará que no sepamos dar una a derechas sin su concurso. Ojalá no. El divertimento de viernes está bien. No esperaba ningún prodigio. Aprovecho para animar a que se lea la novela. Uno escribe para que lo lean. Añado: estoy como asustado en la composición. Se ve que me amedrenta el fondo, ese país sin terminar de hacer todavía, o el peso de la responsabilidad de crecer y ser una buena persona y todo eso. Las manos, se aprecia, son desproporcionadas. Qué dedos. El flequillo es maravilloso. Voy a decirlo otra vez: maravilloso.
Ahora la publi, por qué no. En la web de Mahalta y en su librería favorita. Ea.
https://www.mahalta.es/producto/mala-fe/

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