11.11.21
Dietario 213
No hay que precaverse contra la belleza. Ni siquiera contra la posibilidad de que esa belleza no irrumpa a la primera y se precise cierto adiestramiento, una especie de instrucción previa que nos habilite para decodificar (está de moda el verbo) el contenido clausurado, no válido para el disfrute. Lo maravilloso del arte es que acaece con proverbial vigor: no pide que tengamos experiencia (aunque no sobre) y tampoco exige una continuidad. La belleza carece de efemérides y de prontuarios, no tiene que anunciarse. Cada uno hace acopio de herramientas para descerrajar su uso. No hay quien carezca por completo de una brizna de sensibilidad. Bastar con dar con la cuerda que debe ser pulsada. Está ahí, por más que no se tenga noticia suya, incluso a pesar de que no comparezca cuando se la espera. La belleza es esa rendición ante lo inefable: algo que nos conmueve, algo que nos enternece, algo que nos hace trascender. Lo de la conmoción, el enternecimiento o la trascendencia puede matizarse, pero son tres cuerdas: lo son de un modo limpio y franco.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Pequeño poema en la muerte de Lorca
Cuando el mar recuerde el nombre de todos sus ahogados la tierra recitará la de los muertos que no quiso. Tendrá la dureza del odio el tie...
-
Dos personajes de Brighton Rock, la novela de Grahan Greene, conversan brevemente sobre el cielo y sobre el infierno, sobre la fe y sobre su...
-
Farmington es un barrio de Los Ángeles que no existe en donde los pederastas, los traficantes, los asesinos, los ladrones, los pervertidos...
-
La folletinesca Milady de Winter, la casquivana y mercenaria femme fatale de Alejandro Dumas, mal aconsejada por el Cardenal Richelieu, au...
No hay comentarios:
Publicar un comentario