22.10.20

Flores


 Pusimos unas macetas en el balcón y les procuramos el mimo que no nos reclaman, pero que agradecen, a poco que se les presta atención, tal vez sea ese el canje: yo crezco y me recamo en hermosura y tú cuidas de que no se desmanden las hojas y no falte ninguna noche un pequeño acopio de agua, pero no creo que baste estar al tanto de las atenciones y no incumplir la rutina de abrir la persiana y dedicarles ese pequeño rato cuando se confina el día. Vistas desde la calle hace que resplandezca la casa, les dan un apresto festivo, sugieren que adentro la vida sucede con armoniosa y fluida paz, con el amor que los que la habitamos nos damos. No debe faltar el amor en los balcones, preludio o presagio o evidencia de que la belleza es la antesala misma de la felicidad. Somos felices porque la naturaleza sigue su curso resplandeciente. A falta de tener un jardín que mantener y en el que embebecerse (esa británica función es la que uno querría, pero no tenemos finca ni terreno que abonar) hemos engalanado el balcón. El plural es una concesión excesiva, puesto que no soy yo el que vigila que crezcan y se expanda su milagro antiguo, el del color y el de la vida, ambos prodigios juntamente, como si fuésemos pequeños dioses de un edén delicado y frágil. Me conformo con admirar su pujanza sin brida, ese esplendor antiguo y privado. No entienden de pandemias ni de rigores: prosiguen a su antojadizo capricho el recado que se les encomendó en algún remoto instante en el que los dioses (tal vez uno con privilegio sobre los otros o uno con una soledad desmedida y fabril) diseñaron el patrón de la belleza. Continúa aún. Está cerca si uno se esmera en buscarla. 

1 comentario:

eli mendez dijo...

Hermosa entrada con esas violetas de los Alpes resplandeciendo en los balcones.. Cuidar-nos, protegernos, brindar ese pequeño mimo cotidiano, esa atención que requiere hasta una pequeña planta para sobrevivir, de la misma manera cultivar el amor en el seno de nuestros hogares... saludos!

Pensar la fe