El aire tiene su arquitectura.
La flema la pule una buena mesa camilla.
Ser epicúreo está absolutamente de moda.
A veces conviene una pendencia.
Todo me llega en segundo plano.
Hay lecturas que son de una intensidad a la que no alcanza la vida.
Todos los días aliento los mismos estupendos pecados.
Nadie me gana en mis rarezas. En las mías, digo.
La insoportable idea de que Dios exista me ha ocupado una parte del desayuno.
Siempre prefiero la abundancia.
No haber ido nunca a París tiene sus ventajas.
Tengo una moralidad a prueba de inmorales.
Hay ciertos dolores del alma que son casi dolores físicos.
La literatura es un estado convulso de las cosas.
Escribir es la constatación de que lo que sucede alrededor nuestra no cuadra.
El milagro ocurre siempre cuando no se le aprecia.
Tengo fe en lo absoluto.
Un verano en el que no pasan demasiadas cosas salvo las que no olvidas nunca.
Esta noche he soñado con elefantes que desfilaban frente a elefantes.
Las horas duelen como un retrato de Charles Baudelaire.
No conozco a nadie que lleve la vida que desea.
N0 hay lugar al que yo no haya deseado ir y, sin embargo, no hay lugar como en el que vivo, ninguno que me satisfaga más, ninguno que mejor se acople conmigo y me sostenga.
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