15.8.11

No saber, no decir, no ayudar



Javier Jaén, ilustración


Los políticos están volcados en sus ajustes, mirando al cielo, que es una caja en la que no tintinean monedas y que despierta menos confianza que Ratón, ese toro enamorado de sus cuernos que liquida espontáneos en las fiestas de pueblo en el verano. Salimos a flote por partes. Primero salen los que no estaban hundidos y en orden decreciente, al final, el paquete de medidas económicas saca al elemento más débil de la cadena, que no es otro que el parado, el que no llega a mitad de mes si es que llega, el que siempre pierde en esta especie de juego de tronos en donde el rey, el puto amo, el que administra y no hinca las rodillas jamás, es el mercado, un abstracción carnal o una presencia límbica, no sé, pero una soga en algunos cuellos o un veneno en según qué sopas. El Mercado (merece la mayúscula por méritos propios) es el demonio invisible, el mantra de los apocalípticos, el cáncer para los indignados. A lo que no llegamos todavía es a desacostumbrarnos del todo de la bonanza del Mercado Padre, tutelando al hijo goloso de sus mercancías, convertido en objeto mimado de su política, y pasó que todos esos hijos autorizados a entrar en el Estado del Bienestar a base de préstamos y de gangas hipotecarias hundieron el sistema, lo ahogaron por ambición y por avaricia, lo dejaron herido casi de muerte, flaco de fondos. Claro, este cronista de sus vicios no entra más adentro porque no sabe. No le saquen del cine de la Hammer o de los discos de la Verve, no pretendan que un modesto espectador de esta barbarie saque de la manga un prontuario de soluciones o, en todo caso, un inventario fiable de razones para justificar la metástasis, el empozañamiento de la cosa pública, toda esa gangrena moral que está devastando no las viñas (ésas, las que le duelen al Santo Padre, son otro asunto y no está a la altura de éste) sino el suelo, el precario suelo inmobiliario, el solar compartido, el abandonado patio de vecinos. Lo mío, ya digo, es un pensamiento en voz alta, una reflexión entre millones, un liberarse uno.

8 comentarios:

lucecita dijo...

Liberado, caballero. Compartida la liberación y admitida y aplaudida. No ayudarás, pero entretienes, jodío.

Ramón Besonías dijo...

Reza, hijo, tres "burbujas inmobiliarias" y dos "primas de riesgo" y que el Dios Mercado alivie tus penares.

Buena jornada, amigo Emilio. Aquí, metidos en un horno, pero aliviados por una brisa reparadora por las noches. Por lo menos hay un Dios -el del tiempo- que escucha a sus sofocados hijos.

f1fan dijo...

Ya lo dice la DGT: PAS, proteger, ayudar y socorrer.

f1fan dijo...

Soy Alu (www.alu02diario.blogspot.com)

Laura V. dijo...

No estamos para solucionar el desquicio reinante para eso hay políticos, nuestra labor si es que tenemos alguna labor es hacerles ver que cunmplan lo que prometen y no se anden por las ramas, y vive dios que están por las ramas, en lo suyo, sin prestar atención o si la prestan es ya tarde o es casi tarde, no nos pongamos pesi...

Rosa Luque dijo...

Lo que te pasa es natural y supongo que le pasa a casi todo hijo de vecino con una poquita de sensibilidad y tú, lo tengo muy claro, tienes mucha.
Es que el mundo está al revés y nos estamos acostumbrando a que esté así.
No tengo esperanza pero la tendré. Ahora la cosa está verdadeamente mal.
La visita del Santo Padre pone a algunos de los nervios, pero no creo que sea para tanto.
En cuanto al Estado del Bienestar, Emilio, eso es un invento de rubalcaba....

Anónimo dijo...

Leopoldo Luque:

Liberarse escribiendo es un privilegio, Emilio.
Hace tiempo que no vengo por tu blog y también da un aire limpio al lector, a mí al menos.
No comparto algunas cosas que escribes sobre la religión en general (he leído posts recientes y comentarios) pero admiro tu forma de escribir profundamente.
Admiro cómo retuerces argumentos sencillos y los conviertes en algo universal, y además de universal, convincentes, hermosos.
No tengo ya más ganas de palique.
Un saludo.

Carla dijo...

Los políticos solo saben mirar su ombligo.

Salu2.

Un aforismo antes del almuerzo

 Leve tumulto el de la sangre, aunque dure una vida entera su tráfago invisible.