12.6.10

Uniformes


A El Roto, que es un iluminado, le duelen las iluminaciones de los demás. En cierto modo, mirada con cierto rigor, la suya suscita también adhesiones casi carnales. El espíritu ha sido zarandeado durante miles de años: ha sido objeto de mercaderes y de poetas, ha sido el juguete perfecto de los filósofos y sobre él incluso se ha construído el imperio de la fe, que tiene sotanas y tiene chilabas, que tiene templos y libros y salmos que iluminan a unos, aterran a otros y dejan indiferentes a unos cuantos. Yo quisiera ser de éstos últimos. Me interesa la belleza del mensaje, no el mensaje. Me fascina la iluminación, y no el objeto iluminado. El Roto se sitúa un peldaño más arriba. Quizá al ras se aprecien mejor los perfiles. Seré, al final, un creyente con incertidumbres más. No se trata de convencer o de ser convencido: se trata de disfrutar de las palabras con las que se buscan las certezas. Y está mejor que no las haya.

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2 comentarios:

Joselu dijo...

Por ese estado de incerteza que permite la iluminación tal vez pero también la duda. Por esas dudas que nos hacen humanos frente a los que tienen certezas absolutas. ¡Qué miedo dan! Un saludo.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Tengo fe en la duda, dice mi amigo Víctor. Yo como él. Fe en no saber, en indagar, en buscar razones y encontrar conjeturas. Un saludo fuerte, Joselu. Nos leemos, seguro.

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