22.8.08

La ética del pan con circo


Hay voceros del dolor ajeno que se amparan en la formas y en el protocolo. Las condolencias poseen una sintaxis precisa y no dudo que existan cursillos avanzados o carreras universitarias de largo recorrido en la que uno pueda licenciarse en esas maneras asépticas, en ese control absoluto del tiempo y del espacio. Hace falta un trallazo de dramaturgia, otro de fotogenia. El resto corre por cuenta del espectador. Una vez que el veneno de las palabras ha sido inoculado es muy difícil extirparlo fácilmente. Por eso la cultura es el mejor antídoto. Sirve para parar en seco el avance de las tropas enemigas y no permitir que se cuelen en nuestras trincheras. En cierto modo la cultura es una especie de atrincheramiento moral. Está uno ahí bien abastecido de detectores de mentiras, de antiobióticos psicológicos contra las tropelías de la injusticia, de bálsamos intelectuales contra la garrula irrupción de la barbarie. Viene esto al caso de cómo unos medios de comunicación abordan los desastres de una forma o de otra. Se trata, en el fondo, de cuidar las formas y el protocolo. De vocear el dolor ajeno, pero con tacto; de acudir al eufemismo sin ofender a quien escuche: a quien, probablemente, tiene una hija entre los amasijos del avión siniestrado, a quien ha perdido una hermana y está lampando porque alguien lo mime y le entregue, sin trucos, sin doblez, el lenguaje perfecto de la ternura y de la solidaridad. En ese sentido, hay políticos solventes que disponen de recursos sobrados para no molestar en momentos tan frágiles. Otros, en fin, entran a saco en la escena y destrozan (más todavía) la vida de los damnificados. El portavoz de Spanair tiene un trago: uno del tamaño del "incidente". Viva el eufemismo. Pero los medios de comunicación deben saber capear con profesionalidad la gestión del contenido retransmitible. No basta que se pleguen a la exigencia jurídica de que no emitan imágenes ofensivas, explícitas. No basta que los locutores exhiban el pudor de manejar información tan delicada. En esto, los presentadores de las cadenas televisivas (sobre todo) han sido pulcros y éticos, limpios de corazón y de palabras, pero otros (en todas las cadenas, dependiendo del tirón de share) han caído en la aberración de meter el micrófono en la cara del que sufre. Todo para que el consumidor (la desgracia también se consume, no crean) contemple en casa, bien apoltronadito, el show completo, el dolor ajeno en alta definición. Es imposible, he querido decir inadmisible o inaceptable, que en algunas tertulias hayan podido estar horas dándole vueltas a un material precario a las pocas horas de saberse el suceso. Es inmoral que haya que informar a pesar de no poder hacerlo realmente. Es en ese limbo periodístico en donde se produce la perversión del oficio. Hasta hay quien tira de recursos untados de alucinación y proclama que Zapatero tiene la culpa. Igual la tiene la Conferencia Episcopal o el Comité Olímpico o la madre que parió a todos los obreros del disparate. Todo sea por la bendita pasta. Por la audiencia. Por dar pan y circo al pueblo.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

De aplomo sintáctico, sarcasmo agazapado y devastadora lucidez. Eres el mago de la chistera, de cualquier estímulo de la realidad que te rodea haces panegírico entusiasta, sutil condolencia, imbatible estudio. Me sigues subyugando, maestro.

Un saludo.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Fervor insensato, que diría el poeta. De todas formas, se agradece el entusiasmo (infundado, claro). Y ya el rubor me atora el tino. Abur, my friend.

Mycroft dijo...

Somos una nación de lectores de el caso avergonzados de serlo. Cuando nos quitemos ese ultimo reparo, auguro edicion española del Sun.

Isabel Huete dijo...

Quizá podrías haberlo dicho más alto, pero no más claro. Mucha sabiduría hay en esas palabras, y mucho sentido común. Hemos creado monstruos tan grandes que ya es imposible matarlos.
Un beso.

Anónimo dijo...

Me parece que está muy bien trabado el comentario. Creo que de todas formas no tenemos corrección, y pasamos estas cosas por alto, y seguimos a lo nuestro. La cosa mediática da alimento a las mentes sin imaginación. Pobres, de todas formas, los muertos.

Anónimo dijo...

El periodismo es, por periodismo, inmoral. Siempre tiene que hurgar en las heridas para que el cómodo espectador sepa qué está pasando y lo sepa de primera mano. Voyeurismo ilustrado. Pero necesario. Necesario. Buena forma de escribir...buen blog.

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