1
Pensé en quedarme a vivir en un verso de Gil de Biedma, pero luego entendí que no me ofrecía vivienda sentimental más allá del deslumbre primero. Como cuando de pronto vas por la calle y un rostro te conmueve al punto de perder un estribo moral. Como si te afectara la belleza y fuese irrenunciable el deseo de aprehenderla y registrarla en la memoria o en un gesto. En ocasiones los libros ofertan esa ficción, una excursión al territorio benéfico de la incertidumbre, un periplo emocional, cuál no lo es.
2
Resaca de agosto. Ya no hay resina en el aire ni humo de barbacoa. Hemos agotado la reserva de cerveza. Tenemos el estómago estragado. El plan B dicta que es posible la redención doméstica, pero lo malo es que exista ese plan B cuando lo idílico hubiese sido continuar el éxtasis vitáminico, la ingesta masiva de antidepresivos en forma de libros en una tumbona o fresquito por la noche bajo el cielo de la sierra de Málaga, que cumplió con creces la función que le encomendó mi entusiasmo veraniego. Cerramos temporada. Mañana regresamos al trabajo. No hay que activar alarmas. De hecho no tengo argumentos sostenibles para la queja. Llevo dos meses de holganza. Me da casi pudor exhibir la estadística de días entregados al insobornable placer de desconectar del trabajo. Mañana (insisto) conecto, pero volveremos con más músculo semántico al blog, que he desatendido un poco. Volveremos al fútbol televisado, a ver más cine, a la rutina convertida en plácida compañera de viaje. La vida es la que siempre se escapa en estos argumentos.
2 comentarios:
Que no, Emilio, que la rutina es la que quiere uno. Es lo mismo que sean vacaciones que currito. Que sí. De todas maneras que arranques la temporada laboral como dios manda y mantengas el Espejo limpio como jaspe.
Gracias por las visitas, Rafa; la rutina la busca uno, sí. Hay algunas más apetecibles, siempre. Esta que ahora arranca necesita un poco de buen ánimo, para que no sea excesivamente dura. Abrazos.
Publicar un comentario