Si por algo tendremos que recordar Serpientes en el avión en un futuro será por su trastienda más por que la película en si misma. Es fast food cinematográfico en estado puro: una pizza cuatro estaciones que comemos en un antro infecto, pero que devoramos con glotonería porque, aparte de que tener hambre, nos mueven pasiones más bajas, vicios no comentables. Todos tenemos, en el fondo, un regusto cuasimasoquista por ver cine basura y, en el trayecto, disfrutar de su patetismo, de su aceptada renuncia a la calidad.
Serpientes en el avión es una película mala de solemnidad. Escuece cuando la vemos y escuece horas después cuando nos preguntamos qué oscuras razones nos mueven, en ocasiones, a traicionar nuestra fidelidad al cine bueno, al cine que dice cosas y las dice de forma agradable, con belleza.
La trastienda a la que me refiero es su trampa, el punto de partida de su engañoso guión pues resulta, amable lector de esta página de cine, que nadie ha escrito el guión y ha sido escrito por todos. Esto es, New Line Cinema, padres del engendro, perpetraton la novedosa idea de rebuscar guionista en la Red, de ofrecer pedacitos del film para que el internauta, verdadero depositario de la maquinaria implacable de Hollywood, aporte su miguita de pan o su barra entera, según ganas, según ingenio.
Fueron los blogs, y no la habilidad narrativa de un tipo encerrado en la buhardilla de su casa, los que gestaron el puzzle de la trama, aunque le faltan piezas y las que están se ofrecen manidas, oxidadas, comidas por una herrumbre letal.
Si este es el camino por el que van a ir los tiros en el cine del futuro, yo vuelvo de cabeza al glorioso pasado, que tanto placer ha proporcionado a mis inquietudes. Regreso a los clásicos y a los que, no siéndolo, rezuman honestidad, ganas de facturar un producto decente que pueda entretener ( el cine es muchas cosas, pero sobre todo es ENTRETENIMIENTO ).
Serpientes en el avión será recordada por su trastienda ( insisto ) y porque nuestra Elsa Pataky, rubia bombón que Garci supo aprovechar en Ninette, aparece en tres sueltos del metraje en su primera incursión USA.
La juventud pletórica de adrenalina que quiere verse arrojada a una montaña rusa de ofidios asesinos en un marco insólito ( !un avión ! ) verán satisfechas sus demandas. Los demás, los que acudan, jóvenes o talluditos con más de un dedo de frente y tres cuartos de cabeza pensante para no admitir que les engañen con tanto descaro, no irán a la sala: no dilapidarán los euros de sacrificio.
Si le restamos el bizarro aparato de mercadotecnia que la secunda, Serpientes en el avión hubiese ingresado directamente en las estanterías de los videoclubs de barrio, junto a Jackie Chan, Steven Seagal y esa pléyade musculosa de actores de quinta categoría que engrosan sus cuentas corrientes con atropellados espectadores que no piden mucho a algo tan serio como es el cine. Ignoramos si la deglución consciente de una bazofia de este calado afectará de modo irreparable el paladar del adolescente que se la trague, sin patatas fritas ni medio litro de coca-cola light.
Hasta hay una serpiente que se cuela bajo las faldas de una dama dormida que, entre sueño y sueño, cree ver atendidas sus fantasías clitoridianas. He aquí ( en esta metáfora de lo burdo ) el verdadero símbolo de esta cosa.
No sé si perdonar a Samuel L. Jackson, que me encandiló en Pulp Fiction, que me encantó en Jackie Brown ( ay Tarantino, que estás en todas ), pero la mano se abre sola y los dólares van cayendo como maná del cielo de los ignorantes.
Hasta Anaconda, otra serie B de videoclub de barrio, me entretuvo más. Será por Jennifer López.
Serpientes en el avión es una película mala de solemnidad. Escuece cuando la vemos y escuece horas después cuando nos preguntamos qué oscuras razones nos mueven, en ocasiones, a traicionar nuestra fidelidad al cine bueno, al cine que dice cosas y las dice de forma agradable, con belleza.
La trastienda a la que me refiero es su trampa, el punto de partida de su engañoso guión pues resulta, amable lector de esta página de cine, que nadie ha escrito el guión y ha sido escrito por todos. Esto es, New Line Cinema, padres del engendro, perpetraton la novedosa idea de rebuscar guionista en la Red, de ofrecer pedacitos del film para que el internauta, verdadero depositario de la maquinaria implacable de Hollywood, aporte su miguita de pan o su barra entera, según ganas, según ingenio.
Fueron los blogs, y no la habilidad narrativa de un tipo encerrado en la buhardilla de su casa, los que gestaron el puzzle de la trama, aunque le faltan piezas y las que están se ofrecen manidas, oxidadas, comidas por una herrumbre letal.
Si este es el camino por el que van a ir los tiros en el cine del futuro, yo vuelvo de cabeza al glorioso pasado, que tanto placer ha proporcionado a mis inquietudes. Regreso a los clásicos y a los que, no siéndolo, rezuman honestidad, ganas de facturar un producto decente que pueda entretener ( el cine es muchas cosas, pero sobre todo es ENTRETENIMIENTO ).
Serpientes en el avión será recordada por su trastienda ( insisto ) y porque nuestra Elsa Pataky, rubia bombón que Garci supo aprovechar en Ninette, aparece en tres sueltos del metraje en su primera incursión USA.
La juventud pletórica de adrenalina que quiere verse arrojada a una montaña rusa de ofidios asesinos en un marco insólito ( !un avión ! ) verán satisfechas sus demandas. Los demás, los que acudan, jóvenes o talluditos con más de un dedo de frente y tres cuartos de cabeza pensante para no admitir que les engañen con tanto descaro, no irán a la sala: no dilapidarán los euros de sacrificio.
Si le restamos el bizarro aparato de mercadotecnia que la secunda, Serpientes en el avión hubiese ingresado directamente en las estanterías de los videoclubs de barrio, junto a Jackie Chan, Steven Seagal y esa pléyade musculosa de actores de quinta categoría que engrosan sus cuentas corrientes con atropellados espectadores que no piden mucho a algo tan serio como es el cine. Ignoramos si la deglución consciente de una bazofia de este calado afectará de modo irreparable el paladar del adolescente que se la trague, sin patatas fritas ni medio litro de coca-cola light.
Hasta hay una serpiente que se cuela bajo las faldas de una dama dormida que, entre sueño y sueño, cree ver atendidas sus fantasías clitoridianas. He aquí ( en esta metáfora de lo burdo ) el verdadero símbolo de esta cosa.
No sé si perdonar a Samuel L. Jackson, que me encandiló en Pulp Fiction, que me encantó en Jackie Brown ( ay Tarantino, que estás en todas ), pero la mano se abre sola y los dólares van cayendo como maná del cielo de los ignorantes.
Hasta Anaconda, otra serie B de videoclub de barrio, me entretuvo más. Será por Jennifer López.
No hay comentarios:
Publicar un comentario