5.10.06

CLICK / Epifanía del zapping



Click no es una comedia al uso, aunque sus trazas así lo prefiguren: carece de la grosería de la comedia al uso, esto es, la historia que se desarrolla alrededor de inevitables gags que, buenos o malos, lastran su unidad, despistan al espectador y lo conducen, premedita y sibilinamente, a la anuencia, a considerar lo que ha visto del modo más inocente, naïf y frívolo posible. Maestros de la comedia moderna ( los hermanos Farrelly, pongo por caso ) apuran estos preceptos y no defraudan en lo suyo, en su marca de la casa. Quizá por todo esto Click no sea una película mediocre: testimonia el mundo en el que vivimos y nos cuenta la vida de quien para ver cumplidos sus sueños usa un objeto mágico ( un mando a distancia ) que le hace ser un dios pequeñito de su cosmos de fantasía.
Adam Sandler cumple con creces en un papel que ha hecho ya demasiadas veces. Su comicidad es ya conocida, no huye de ella: lo succiona, lo hace previsible y, por tanto, nos hace reir menos. No siendo un mal actor, tampoco actúa.
Otro caso a destacar es Christopher Walken, un actor absolutamente brillante, una de esas caras que están esculpidas en carne para que la pantalla la amplifique y nos mire y nos taladre con sus gestos, con su mirada, pero aquí el amigo Walken patina, se escora al aburrimiento y no convence. Hace tiempo que ya ha dejado de emocionarnos. Recuerdo ahora ( y me estoy yendo por las ramas, como a mi me gusta ) un papel menudo, pero imponente, en la desaprovechada Atrápame si puedes, del maestro Spielberg. En fin...
Click es una película de verano que ha caído en este novicio otoño. Además sale el icono de lo hortera, el rey del pecho peludo, David Hasselhoof.
No se han cortado en producción a la hora de tirar de este mito de la televisión cutre, que probablemente haya disfrutado como un cosaco en las ruedas de prensa en Europa. Se aburría, supongo, sin su tabla de salvación playera y sin su coche fantástico.
El amable lector estará dándose cuenta que Click tiene poca chicha ya que estas líneas la merodean, la esquivan, evitan entrar en el fango de su tibia eficiencia. Es del todo cierto. Tiene, no obstante, su poso de tristeza, la evidencia cuasimetafísica de que la vida no puede reducirse a un zapping y que el tiempo, su escudero inapelable, no admite frivolidades. Por eso, en algunas partes del metraje, a mí me pareció, en su mínima trascendencia, una película curiosa, aceptable, entretenida, extensión de Como Dios o Atrapado en el Tiempo, mejores películas con los mismos mimbres.

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