Nueve cuentos breves, nueve entretenimientos de voyeur sofisticado, nueve artefactos dramáticos que, en lo estrictamente cinematográfico, son de una concisión conmovedora. Rodrigo García, hijo del Nobel García Márquez, explora el mundo femenino por segunda vez después de Cosas que diría con sólo mirarla, y lo hace con el mismo apero narrativo: no sofistica el discurso, le basta un casting solvente (estremecedor, en algunos casos ) y unas historias de un minimalismo absoluto, pero que tocan la fibra sensible de un espectador que nunca, en ningún caso, es ajeno a las emociones que le van llegando, episodio a episodio, demoledoramente.
Nueve vidas es cine sencillo porque no precisa del alambique monstruoso del cine marca Hollywood al que estamos tan acostumbrados. Cine de autor, dirían algunos, aunque eso de la autoría es marchamo muy ampuloso que requiere precisar muy detenidamente su ámbito de actuación.
Lo que sí es Nueve vidas es cine de calidad, cine intimista, culpable en algún capítulo de un artificiosidad que nos choca, pero que perdonamos.
Las tomas son directas, planos-secuencia brutales, cámara en brazo, huyendo del montaje, que alteraría el espíritu de la película. Rodrigo García sabe con exactitud qué conviene para que lo que cuenta no se vea lastrado por una presentación hueca, efectista, alejada de la letra pequeña de las vidas que se van contando.
Me entusiasmó el episodio del supermercado, donde una pletórica Robin Wright Penn, nunca mejor aprovechada, nos deja pegados a la butaca, conmovidos, alterados en un substrato profundo de nuestra sensibilidad, tan demolida por astracanadas diversas y lacerada por toda suerte de películas-blockbusters, entendiendo éstas por aquellas que piden a gritos su colocación preferencial en videoclubs para continuar su gloriosa cartera de ingresos. Sin olvidar a Glenn Close en el cementerio o a una Kathy Bates con ribetes de comedia en su prisión hospitalaria.
Encorsetado García en este cine de brevedades, cuenta en una entrevista cogida al vuelo en la red que le encantaría abordar una historia larga. Esperemos pues que la aborde. Veremos si la impregna de la veracidad de las dos primeras.
La vida tiene sus instrucciones de uso: el cine tiene entre sus muchas funciones una fundamental que es explicar estas instrucciones, hacerlas cercanas, ayudarnos a vivir con ellas. Arte, añadirían los puristas.
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