30.12.25

El poema infinito

 


En las Helénicas de Jenofonte no hay constancia de que las hordas espartanas dieran un motivo a la futura eclosión del glam londinense de los setenta, ni se aprecia preocupación por la deriva continental. 


En los círculos del Infierno por los que Virgilio paseó a su demiurgo no hay ánforas de Cartago ni cabezas de toro colgadas por todos sus enloquecidos muros. En las rendiciones pictóricas que la Comedia de Dante produjo no se advierten tampoco paganos virtuosos que exhiban tatuajes con la cara de Frank Zappa o con el Halcón Milenario de la saga heroica de Star Wars.


En la infancia de Nietzsche, en ese protestantismo moralista, no hay espacio para las tribulaciones de la psicodelia ni para los barruntos pastoriles. Tampoco se aprecia la bondad de un caballo al que contar las minucias del alma más pura. 


En la música crepuscular de las grandes obras para ballet de Tchaikovski no hay olor a cilantro y a leche de coco. 


En la cara de Perseo cuando rebana el cuello de la Medusa no hay signos de cansancio ni atisbo de la mueca de Jack Palance al vaciar su Peacemaker en las tripas de un sheriff. 


En la milicia del capitán Frans Banninck Cocq y el teniente Willem van Ruytenburgh, formada por 17 fieles soldados, inmortalizados por Rubens en su Ronda de noche, no hay arcángeles embebecidos por una fiebre divina ni viejas estrellas del porno de los ochenta hasta arriba de coca.  


En los puestos de jeringos de Villafranca de Córdoba no hay ilustraciones del Moldava a su paso por Praga ni pliego de advertencias de alérgenos en francés o en coreano. 



En la cara interior del muslo izquierdo de Vicki Witt, playmate de agosto de 1978, no hay alejandrinos de Rubén Darío ni ángeles pintados por el delirio de William Blake. 


En el sótano de una casa de la calle Garay, donde Borges fue colmado por una “maligna felicidad”, están todas las cosas como las vería Dios. Solo existe si todas esas cosas irrumpen al someterlas al escrutinio del poema. 


No hay comentarios:

El poema infinito

  En las Helénicas de Jenofonte no hay constancia de que las hordas espartanas dieran un motivo a la futura eclosión del glam londinense de ...