28.8.24

Historietas de Sócrates y Mochuelo / Desfilosofando


 Habrá que encomendar a la vida que nos explique sin ponerse profunda a lo que vinimos a este mundo y si podremos entender algo antes de que retire su confianza en nosotros y zanje expeditivamente sus agasajos y sus tragedias. No sabremos cómo hacernos de las instrucciones de uso, manejamos con torpe y voluble oficio los dones que otorga y, las más de las veces, cuando nos ponemos trascendentes, marramos, rehusamos pensar, concedernos ese diálogo íntimo del que tal vez extraeríamos las respuestas a todas las grandes preguntas, pero a la filosofía le incumbe únicamente el festejo de la tribulación, la lúcida y la lúdica conversación con uno mismo. Ya no se llevan esas distracciones, se han reemplazado por otras que no son tan exigentes. Porque pensar es una actividad de riesgo. Lo sabe Sócrates y lo aplaude. Lo sabe Mochuelo y…lo teme. No es su pensamiento, tan diligente, tan locuaz, sino el del que lo agobia con sus cogitaciones inverosímiles, retorcidas y, en algunas ocasiones, las menos, tan, tan…adorables. 

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