13.8.24

Elogio (enésimo) de la música



A veces el universo cobra sentido y todas las preguntas comparecen juntamente con la elocuencia de todas las respuestas. En un estado idílico de esa comprensión súbitamente sobrevenida ni se formulan preguntas siquiera. Es cabal y limpia la restitución de los afectos, es puro el desempeño de la realidad, tan obstinada a veces en contrariarnos. Es entonces cuando la música tiene una elocuencia absoluta: todo lo sabe decir y todo lo expresa de la forma más convincente. No hay emoción que no pueda ser contada por la música. Ninguna de las adquisiciones intelectuales a las que ha accedido el hombre escapa al dominio instrumental de la música. El poeta es siempre un músico disminuido, aunque el músico precisa de la poesía para serlo completa y satisfactoriamente. El músico, a su modo, es también un arquitecto del aire. Este texto tendrá una forma musical que lo cuente y que yo ignoro. al modo en que ahora las palabras lo hacen y tal vez incluso de una manera más contundente, rebajada de la distracción semántica, encomendando a las notas la restitución exacta de la belleza contenida en el pensamiento. La música tiene la capacidad de contenerlo todo, de contarlo todo. En ella está el lenguaje y está el corazón que convierte las palabras en emociones. No hay sentimiento que la música no restituya. Ella es la que conmueve con más ardor, la que nos levanta si caemos, la que nos concilia con el mundo cuando no lo entendemos, la que nos hace sentir con más obstinado arrobo. No hay disciplina artística que no la contenga. No se podría vivir sin música. El mismo ruido de la sangre al fluir la contiene y acaricia. 





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