18.7.19

Recato

Lo que no hay es recato. Lo acaba de decir una mujer no excesivamente estricta en el vestir ni en la compañía que la escucha. No tengo duda de que haya poco recato o ninguno, pero no todos podemos atrevernos a criticar cuando uno puede incurrir en lo sancionado. Yo no sabría reprobar, no al menos de viva voz, aunque tenga criterio y opinión formadas y hasta alguna vez, no espero que muchas, afine, coincida mi postura con posturas de más consensuado refrendo. Ve uno maneras que no comparte (ayer, en un entierro gente que parecía sacada de una película de Almodóvar cuando McNamara y la festiva movida) y es razonable pensar que tampoco las propias convenzan o sean las universales, como si tal cosa adquiriese rango popular y democrático. Lo del recato es fácilmente rebatible. No hay o lo hay abiertamente en un hipotético escrutinio, pero quién podría arrogarse el patrón y cómo se podría excluir de ser sometido a la misma criba a ojos ajenos. El muchacho de pelo naranja y camiseta de la NBA hasta las rodillas no es modelo, no casa con el atuendo mayoritario, pero es precisamente su osadía (la juzgada por mí) la que hace que podamos manejar muchas estéticas en la búsqueda de una sola a la que aferrarnos. Mientras yo escribo en mi Iphone, un señor mayor, vestido sin estridencias, llama la atención por leer una antología de poemas de Manuel Machado. Me ha mirado varías veces, somete a su juicio que yo ande emboscado en las teclas y de vez en cuando levante la vista y observe y escriba. Tenemos los dos un diálogo invisible o secreto o tácito. La avenida, estoy en el centro de Granada, es un alarde barroco y gótico y estival sobre todo que impide aburrirse. Podría estar la melena entera sin que flojee mi asombro, siempre tan dúctil y placentero. La riada de personal es un regalo y yo soy el agasajado. Uno es voyeur a veces o lo es siempre y en rara ocasión lo admite y hasta se regocija en ello. Todos lo seremos: no hay quien no evalúe y haga más tarde o en el preciso momento de la revelación acta de lo contemplado. Hay quien fotografía esa epifanía golosa y quienes sentimos la urgencia de escribir, por retener la vida y registrar su abrazo. Lo más disfrutable es la posibilidad de que uno también sea él escrutado, el expuesto. No sabremos si hay recato: lo que abunda es la diversidad. Bendita ella. Es hermoso el mundo así contado. Vamos bien, nadie debería cohibirse, ni censurarse. La muchacha que se acaba de sentar en un banco frente a mi y ha sacado el móvil está escribiendo. Fuma y escribe. Como yo. Igual luego el azar hace que lea este texto.

No hay comentarios:

Pensar la fe