25.7.19

Otro a ratos





Berg escribió Lulú sin pensar en Mahler, pero a mí me recuerda a su séptima. No recuerdo cuándo escuché Lulú. Tampoco cuándo la séptima. Uno va olvidando las cosas. Quizá porque no son relevantes. Hay quien administra con mimo los datos. Cuándo hizo esto, cuándo lo otro. Si en el año mil novecientos ochenta y siete tuvo su primera revelación mística o en el ochenta y nueve encontró en otro cuerpo el verdadero sentido del cosmos. Soy de los que piensan que el cosmos está en los lugares más insospechados. No está ahí afuera ni está en los libros de los que entienden. Está adentro, en el corazón, en el alma, en todos esos lugares a los que los poetas les dedican su empeño. Ginsberg dejó escrito que los poetas están malditos, pero ven con ojos de ángeles. Ya no sé si soy un poeta. A maldito no llego, no cuadro en el perfil, se descuadra el emparejamiento cuando se me ve de cerca y se me conoce. Lo de los ojos de ángel, pues será cosa de ver, nunca sebe uno. No sé si he sido poeta a tiempo parcial, mientras desgranaba unos versos, o se es poeta a tiempo completo y todo agita el lado sensible y te explotan cien alejandrinos en el pecho. Uno trata de ordenar todo esto y desbarra. Una de las condiciones del escritor es no seguir una línea. Será desbarrar el estado natural del que escribe. Uno escribe y el lector, el eventual o el cómplice, encuentra los significados. Ahora mientras que el lector lee este texto, sube la mirada y me encuentra arriba del texto, cuando debería estar debajo o dentro. El poeta tiene su periferia y el lector, la suya. Me hago estas consideraciones sin que las suscite propósito alguno. No deseo saber. Me conformo con no dejar de hablar. Ayer me dijeron eso: que no había parado de hablar, pero no es algo que yo sepa medir, ni algo a lo que yo aloje una preocupación que de momento no existe. Ahora no me gusta Lulú. De Mahler guardo querencia por ciertos pasajes, a veces mucha, es cierto, pero yo casi no tengo que ver con quién los escuchó entonces. Quizá sea verdad que se va cambiando y siendo otro. Yo soy otro a saltos, otro a ratos. A veces soy otro de un modo obsesivo y otras, las más, me cuido de no alejarme demasiado, no vaya a ser que se esté bien lejos y se le tenga afecto a la distancia. Ya digo que voy olvidando las cosas. Unas más que otras. 

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Un aforismo antes del almuerzo

 Leve tumulto el de la sangre, aunque dure una vida entera su tráfago invisible.