11.7.19

Noir



A la realidad la sostiene la intriga de no saber qué viene después, si todo se ajustará a lo previsto, si es que uno prevé y tiene una trama especulada o intuida, o será el asombro y la ignorancia, las dos juntamente, las que harán el viaje con nosotros. No sabemos qué pasajero nos acompaña. En esa incertidumbre, en ese advenimiento de la oscuridad, encendemos las linternas, caminamos a tientas, aguzamos el oído, pero podríamos no hacer nada de eso, sino dejar que ocurra cuanto esté por ocurrir, no hay manera de que podamos gobernar el concurso del azar, ni intimar con él o considerarlo nuestro. Sucede así en las películas o en las novelas de cine negro. Hay una inminencia de peligro, una evidencia anticipada por quien observa y que ignoran los que ocupan la trama. No bastan las linternas, no dan abasto a iluminar las zonas turbias, que no son casi nunca las reales, las que puede apartar una luz insistente, sino que están adentro y ahí no alcanzan linternas.

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