25.1.18

Todas esas piedras en los bolsillos


Hoy San Google saca a pasear a Virginia Woolf. Este jueves hubiese cumplido 136 años, fíjense qué edad más increíble. o qué festejo más absurdo. Juan M. me dijo una vez que Virginia Woolf era la escritora que se había metido en un río con piedras en los bolsillos y ya no había salido. No debiéramos saber nada de los escritores que leemos, ni de los actores y actrices que vemos en las pantallas. Puede suceder que algo de sus vidas nos incomode o incluso todas sus vidas enteras. Mi admirado Louis-Ferdinand Céline parece que fue tan mala persona como buen escritor. Borges, en ocasiones, con su habitual escasa fortuna en las declaraciones políticas, se dejó querer por ciertos extremismos (anhelaba un anarquismo inteligente, sostenía que la democracia era un abuso de la estadística). Ahora fustigan a Woody Allen. Unos dicen que humilló y violó y todas esas cosas terribles y otros que nada se sostiene, que todo lo urde Mia Farrow, por puro odio. Hasta el ayuntamiento de Oviedo se plantea (otra iniciativa precipitada y absurda) retirar la estatua del maestro que ocupa una de sus más concurridas calles. Deberíamos acercarnos al arte sin mirar a quien lo vuelca. No saber que Virginia Woolf se tiró al río para no volver a salir jamás o que Mishima se hizo el harakiri o que Poe fue un pobre hombre, comido por la absenta y por la indigencia. Nada de eso es importante. Deberíamos oír la música como el que escucha cantar a los pájaros al romper el día, sin deseo ni necesidad de conocer qué melodía ejecutan, si pertenece a un género o si el autor la hizo en su juventud o cuando ya coronaba la edad postrera. Se nos educa para que estemos al tanto de todas esas biografías. Forma parte del negocio, es un requisito indispensable de la cultura, qué sé yo. Se lee a Woolf con la idea de que acabó hundida en el río. No sabemos qué fue de las piedras. Yo me quedo con Mrs. Dalloway y lo que le pasó aquel largo y aprovechado día. Estaba un poco loca, pero era adorable.

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