30.9.11

Por fin es viernes



Tienen casi siempre los viernes un encanto que no alcanzan ni los benditos sábados. Es el día ancho por naturaleza, en el que caben todas las promesas y todas las alegrías. En su vértigo de fiesta sentimental se concilia el cuerpo con el alma, se ven las costuras del júbilo y hasta es posible, en casos muy puntuales, encontrar la felicidad repentina, el brillo sublime del corazón recién matrimoniado con el calendario. Uno ama los viernes casi por encima de todas las cosas, pero ay, sólo necesito un traspié, uno de esos quebrantos insignificantes, para que se derrumbe el templo y caigan a peso los dioses y los símbolos. Muerde entonces el júbilo el gris de las cosas y esta inclinación mía a hacer de las cosas sencillas grandes festejos queda en un volunto animoso, en una pequeña brizna de felicidad súbitamente cercenada.
El domingo, bien al contrario, es el día en que uno tiene constantemente la sensación de que es domingo. No hay ningún día que posea esta connotación extralingüística un poco cabrona y un mucho suicida, o al revés, no lo tengo claro a esta hora del viernes. Queman entonces las horas, expelen ese tufo a noticia prevista y doliente y se abisman sin pudor en el lunes tormentoso, el lunes al que los cantantes de blues dedican todas sus horas más bajas. 
Ni siquiera este principio de dolor de cabeza, obra del mucho rioja y el mucho tequila que bebí anoche, menguan la alegría del ahora sublime y del después fantástico. Me quedo en este limbo sobrenatural en el que todo se ayunta con mis deseos. Permitan que después de comer la única palabra que retumbe en mi hoy feliz cabeza sea siesta. Siesta, aunque breve, pero siesta de viernes, por favor. Me encantan estas frivolidades del espíritu. Si ya lo cantaba Donna Summer en los gloriosos setenta.

9 comentarios:

Pepe Millán dijo...

Sí, Emilio, con mayúscula: VIVA EL VIERNES, COÑO.

Ana dijo...

Que m -ás puede decirse, qu estoy contigo en alma y en cuerpo, Emilio. Una cervecita por ti y por tu verbo.

Olga Bernad dijo...

Yo también soy muy partidaria de los viernes aunque, como hoy, no pueda echarme una siesta en al oficina;-) Son el sábado por delante, frente al horrible domingo en que lo que nos queda por delante es toooodo el lunes, martes, etc. Es el día con mejores vistas, la mejor habitación del hotel de la semana. Espero que la siesta haya estado llena de los sueños que prefieras... y buen finde!

Anónimo dijo...

Después de este alegato pro-viernes en pleno viernes, incluso NO habiendo dormido siesta, me solidarizo contigo, con tu viernes, con todos los viernes del calendario y hasta con el viernes de robinson. ¿Era Viernes? Un saludo grande...

Rafa

Ramón Besonías dijo...

El binomio capitalista de trabajo-ocio genera esa exaltación del viernes como asueto merecido, descanso del guerrero. Incluso cuando uno era pequeño, el viernes era el fin de las clases, la posibilidad de una isla temporal donde desfogar la contención en el aula, las tareas diarias, la bronca familiar... Por el contrario, el domingo era un día gris, la antesala del lunes aciago. Yo odiaba los domingos.

Por otro lado, no todos ven en el viernes la entrada al solaz descanso. Muchos trabajan el sábado, y algunos incluso no tienen más descanso que días desperdigados en el calendario. El viernes es el imperio de los funcionarios.

Joselu dijo...

¡Qué católica es esa fascinación por los viernes! Somos remedos católicos de convicción atea. El trabajo es una maldición bíblica. En el Génesis se nos expulsa del paraíso y se nos condena a ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente. Así lo sentimos todos. El trabajo es una maldición, y el viernes es el día en que lo abandonamos y tenemos todavía lejos el lunes en que todo ha de recomenzar como ciclo sin fin. Quizás es que añoramos una sociedad de filósofos al estilo peripatético griego en que ludos y pensamiento estén unidos en un éxtasis continuo. Pero no, el lunes, maldito lunes, y peor, el terrible domingo que antecede al tránsito a la realidad de la maldición nos lleva a nuestro sentimiento profundamente católico. Sé que otras culturas, incluyendo la protestante, la budista, la musulmana no tienen tal aversión al lunes, ya que tu enamoramiento del viernes sólo procede de su distancia a ese lunes y al final del ciclo fruto de la maldición. Tal vez no seamos súbditos del Cristo del Gran Poder, pero todos los adoradores del viernes, incluidos ateos firmemente convencidos -aunque de las convicciones firmemente arraigadas me río yo- iríamos a la procesión de los viernes si nos prometieran que en el paraíso haríamos algo más que contemplar a Dios, algo que nos resulta mortalmente aburrido. Tal vez si nos prometieran que durante toda la eternidad sería viernes, sin cansancio, sin fatiga, sin costumbre… siempre viernes sin que ello nos llevara a la repetición. algo así como lo que yo pido a la eternidad: estar bebiendo por pajita horchata sin que nunca me harte, ni me canse, ni me llene… siempre bebiéndola como si fuera la primera vez.

Emilio, un brillante artículo el tuyo sobre El árbol de la vida. Salud.

Froppy dijo...

Pedrada sentimental, fuerza y osadía!
En sábado no se lee como en viernes,,

Anónimo dijo...

Grandes palabras, pRofe!

Anónimo dijo...

Pues hoy maldito domingo. Sunday, bloody sunday, que dirían otros.


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