9.9.11

El amor, la muerte, el enano, la furcia (Primera parte)


El amor, a decir de Ovidio, dispara dos flechas de efecto contrario. Una, forjada en oro, procura amor mientras que la otra, cerrada en plomo, entrega quebranto a quien sufre la ponzoña del metal. El amor, oh nudo dichoso, oh gran capital del alma, tela bordada por Himeneo, luz invisible que mueve el sol y también las estrellas, conviene de vez en cuando, pero hay quien sostiene que harta igual que embelesa, que satura en la misma medida en que conforta. Que el amor absoluto hiere más que sana y que su falta, en ocasiones, protege de las penurias de los años y hasta cuida de que sobrevivamos al vértigo y a la fiebre y no precisemos ángel de la guarda que nos guía ni mano noble que nos acaricie. Era el enano Melquíades Zambrano hombre preocupado por estas frivolidades del apetito metafísico. Leía con devoción tratados sobre el amor y hasta recitaba en público, con mejor dicción que compostura, los versos de los grandes poetas, subiendo y bajando el timbre, declamando como solo los actores muy expertos y confiados saben hacer cuando se entregan en el escenario a su público.

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2 comentarios:

Castorp dijo...

Estamos asistiendo a un nuevo renacimiento de la literatura, aunque sea en la vulgar mesa de operaciones de los blogs, que le vamos a hacer. Ay qué mundo éste que para encontrar buenos escritores tenga uno que ir a ciegas y descubrir por casualidad, menos mal que existe la casualidad, una página tan buena como ésta, y añado la recién también descubierta Barra Libre. Ambas, ya, en Favoritos del Mozilla y a leer con gusto. Salud, Emilio Calvo de Mora.

Emilio Calvo de Mora dijo...

No es eso ni por asomo pero gracias, y lea, entre en cuanto pueda.

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