25.12.10

Lo mejor del 2.010


Leo con rabia esos listados de discos del año o de libros del año que los periódicos van sacando en estas fechas. Los leo sabiendo que el mío ha sido un año flaco en cultura. He leído menos que nunca, he visto menos cine que nunca: no he estado al día en las novedades de la industria de la cultura, ésa que ahora está a mandobles con los piratas y de uñas con los políticos. La rabia se convierte pronto en una mansa aceptación de mi pequeña orfandad cultural. Perdido, vuelto al cine antiguo de la RKO o lector infatigable de los mismos autores de siempre, sin caer en la cuenta de que se publican novelas nuevas o de que el cine factura ocho o diez buenas películas al año. Ocho o diez de las que te deslumbran y te dejan noqueado en la butaca, incapaz de moverte con soltura, de salir a la calle sin que sientas una quemazón en el cerebro. Ninguna de esas listas antológicas reclama una autoridad científica en su criba. Yo mismo he hecho las mías en esta página cuando podía manejar unas pocas decenas y de ellas entresacar las sublimes, las delirantes, las que te provocan la quemazón. Las listas que leí ayer me dejaron aturdido, consciente del terrible año que he pasado. He leído a Coetzee, pero no Verano, el libro del año 2010 según El País. He leído a Vila-Matas (con irregular satisfacción), pero no Dublineses, otro elegido. Ignorante: no sé absolutamente nada de Michon o de Lahiri o de Piglia, aunque sé que son escritores y no aleros de la liga argentina de baloncesto.
En todas esas listas hay una perversión, una evidencia de que los críticos (los que se ganan un sueldo en base a las horas dedicadas a la literatura, que no es mal oficio en absoluto) tienen sus filias y sus fobias, exhiben su escasa apetencia por ciertos autores irrenunciables para muchos y dan bendiciones infinitas hacia otros que, a la luz de otros muchos, son mediocres, aburridos o cosas peores que no viene aquí al caso nombrar. Recuerdo cómo descreí de esto de las listas cuando en una de hace unos años no vi el libro con el que había disfrutado tanto. Le habrá pasado a más de un lector. Uno ama la novela negra, pongo por caso, y no hay ninguna mayúscula entre las veinte mejores obras narrativas de ficción del año. Eso te irrita, te hace pensar que no hay criterios fiables en la elección, pero tampoco debe haberlos, me digo. Son simplemente listas. Las subscriben gente de la cultura de ciertos periódicos y no de otros. No será la misma lista la que dé Público que la confeccionada por los contertulios de Intereconomía. Yo a veces me veo incapaz de sostener un argumento durante mucho tiempo. Lo que hoy he leído y me ha dejado ko, lo vuelvo a leer en unos años y me resulta un bodrio. Borges lo tenía claro. Borges y Heráclito, los dos en comandita: nadie baja dos veces a las aguas del mismo río. Ustedes ya saben.
En todo caso ha sido un año horribilis en materia cultural. Dejé de lado el cine. Sólo hay que ver el endeble peso de las reseñas cinematográficas en este blog que nació precisamente para eso, para ir metiendo lo que uno siente por el cine, que sigue siendo (a pesar de estas circunstancias) mucho. Año de series de televisión (Soprano, Dexter, Daños y prejuicios, Perdidos, 24, Arriba y abajo, Fringe, Los pilares de la tierra...) y de cine clásico por obra de un buen amigo que me ha ido surtiendo de las joyas de la antigüedad que con tanto sufrimiento recopila. Hacer listas, desmenuzarlas, abrir en canal su contenido, la exquisitez de su factura, no deja de ser un acto de una petulancia absoluta. Implica un conocimiento, un estar en el mundo y en el salto sináptico de su industria cultural que en ocasiones suena a impostado. Hay listas de gente renombrada que te parecen sencillamente falsas. Hay blogs humildísimos en donde gente anónima cuelga listas que te hacen admirar el trabajo, la entrega, la rendición de un individuo al vicio que tan deliciosamente lo asfixia. En breves días, antes de que finiquite el año, me comprometo yo a dar aquí alguna lista propia. Nada relevante; en todo caso, algo revelador de mi orfandad, el muestrario íntimo de un año pobre. Mío, sin embargo, disfrutado, por supuesto.

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2 comentarios:

Ramón Besonías dijo...

Buen tema ese de las listas. Yo también te seguiré y me marcaré la mía particulas del año que nos deja.

Eso de las listas en los media me suena a reventas, a estirar el diario del año con un resumen de delicatessen mezcla de morbo, perogrullas y anecdotario sociológico. Si las listas son personales la cosa cambia, se enriquece con la exquisiota capa de contingencias que cada cual transitó en su quehacer anual.

Lo dicho, me apunto a esio de las listas.

Buena noche, Emilio y buen domingo, buen año y buena eternidad.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Me abruman y me excitan, Ramón. Hace años, ya no, solía devorar las listas de éxitos, los hit parades. Saber si mi grupo favorito estaba arriba, abajo o no estaba. Hoy todavía veo de vez en cuando eso en el billboard americano o en las listas que hace amazon. Las miro, las entiendo casi como una narrativa, un modo de contar una realidad que nos fascina. Tengo pendiente la mía, que será caótica, pero será. La belleza será convulsa o no será, dijo otro.
Buen asueto, amiguito.

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