Imagino que es una cuestión de coherencia editorial así que no me extrañó que el diario Público regalase el viernes un condón junto a la película que habitualmente entregan ese día. Su cruzada ética requiere de estos exabruptos mediáticos para ganar adeptos y fidelizar enemigos. Los tiempos que corren ganan en pluralidad y pierden (tal vez) en elegancia. Hay rotativos que se desmarcan de estos atropellos a la moral tradicional y anatemizan todo apunte revolucionario. Éste, en su modesta contribución, lo es. El condón envuelto en su plastiquito, exhibido como una oriflama en tiempos de guerra, exhibe (sin texto) la línea periodística de quienes escriben a diario el periódico. Público está en un extremo del espectro político o, dicho de otro modo, está en el grupo de periódicos que ondean con orgullo sus credenciales en materia religiosa, política o social. La razón hace lo mismo en la horquilla inversa. En mitad del abanico de prensa disponible están todos los demás, aunque unos sean más risibles, transparentes, corporativistas o belicosos que otros. El País, pongo por caso, es también un curioso ejemplo de periódico que no se rebaja a la frivolidad de regalar condones, pero acepta que otros, en su lugar, lo hagan. Es una cuestión de estilo. Todos los periódicos tienen eso: un libro de estilo, un prontuario de intenciones, de compromisos irrenunciables... Luego el tiempo, la caja y el clientelismo político modifican ese libro, lo matizan, le confieren apéndices, capítulos escritos al hilo de la actualidad. Eso de la actualidad es lo que hace que la empresa sea rentable y sus gacetilleros, sus columnistas de relumbrón y los que manejan las máquinas en los sótanos cobren a final de mes y tengan razonables perspectivas de incentivos. Público, a lo visto, se vende relativamente poco, aunque quizá no lleve el tiempo suficiente como para acomodarse en el panorama de la prensa nacional. Lo mismo le pasa a su hermana televisiva, La Sexta, que a base de fútbol y Fórmula 1 en breve se está ganando interesantes cuotas de pantalla: share, que dicen. El condón quita share o gana share. Lo raro es que no lo hayan regalado antes. Lo más raro todavía es que en próximos días no incluyan el documento oficial (bien timbrado, listo para echar al correo) para apostasiar a gusto. O un tocho fascicular sobre las tropelías que la Santa Madre Iglesia, a la que le tienen escaso aprecio y la que azuzan verbos incómodos y adjetivos con látigo en cuanto encuentran ocasión, ha cometido en sus dos milenios de mística existencia.
No tengo argumentos (ni uno solo) para recriminar el detalle del profiláctico, pero no creo que sea ése el lugar desde el que se debe pontificar (a pesar de su encomiable propósito) sobre un asunto tan serio en tantos aspectos como es el control voluntario de la natalidad y la seguridad sanitaria en las relaciones sexuales. Los conservadores, que son personas proclives a mirar lo suyo con más mimo y afán protector que otros, quizá de ahí eso de conservadores, conceden a la moral (normalmente la cristiana, a pesar de que hay tantas como pareceres y sentimientos) afectos casi físicos. La cuidan y preservan como si un bien material se tratase. No es bueno (aducen) que se descarríe el ciudadano con estos misterios de lo mundano. Parece como si en el fondo temiesen que el pálpito derribase el púlpito.