5.6.25

Mismidad


Me las compongo para pensar que ese de la ilustración no será un yo distópico, escindido del actual, que campe atravesado por el numen de la ciencia y fatigue fórmulas y matraces, tratando de dar con alguna alquimia subatómica o con un compuesto milagroso (qué otra cosa convendría si no) que nos hiciera invisibles o volátiles o antojadizamente diminutos o gigantes. La de veces que he imaginado travesuras de laboratorio. La culpa la tendría Julio Verne, bien al principio, aunque mi imaginación agradecida sabría hurgar en las tiras de cómics de la Marvel en mis buenos diez u once años, qué será de ellos, dónde podría dar con su estival residencia de placeres. Crecer es siempre un impedimento, una contrariedad, un no saber qué nos pasa, un no querer saberlo también. Los años hacen su labor metódica, expeditiva, comúnmente inexplicable. No saber quién es uno alivia la incertidumbre de no saber quién fue o quién (si es favorable el tiempo) será. La ocupación en encontrarse ha hecho al hombre (añádase la mujer) escribir páginas memorables. La entera literatura es una extensión más o menos fiel de esa premisa inasible, la de ignorar o la de perseverar a pesar de la ignorancia. Quien insiste, halla, habré escuchado, pero hay quien fatiga los primores de su inteligencia o las bondades del azar y no resuelve la pregunta principal, que ya he formulado. He aquí al hombre varado en él mismo, en su transida mismidad sin brújula ni apero. 

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