14.4.25

Un nuevo orden espiritual

 




Decanta la tenue sombra su frescor pasajero hasta que de nuevo el sol cobra su peaje y arranque el cuerpo a exigir el suyo, que es, las más de las veces, fatiga, un hartazgo de su oficio. Ya mismo llegará el verano. Se le escucha por los tejados, por las calles en la hora de la siesta. En la cama cuando amanece. Pronto echaré de menos el frío que ya principia su retirada. Querré su abrazo dulce, pensaré en los refugios que mi voluntad urde para que nada se desmande en demasía. No se le recrimina al cuerpo que haga sus cálculos químicos para que continuemos la brega diaria, esa aritmética suya será la procedente, pero deseo con el alma entera (es cosa mía ese súbito volunto) que el frío intervenga en sus ecuaciones y zanjemos el sofoco, que amengua el ánimo y nos abate con su antiguo encomienda de ceniza. Hoy el día abrió con un frescor generoso. Se avitualla así el ánimo para que la vigilia no lo derrote y prospere la esperanza de que cunda el fresco sin receso y respiremos algo. Ahora, es mediodía, la calle no arde, ni hay tribus ocultas cerca del río. 

Deberíamos no tener cuerpo, no obedecer sus servidumbres, no tener que esmerarnos en su cuidado si queremos hacer que dure más o no caer en los excesos para que no enferme. Es traumática la relación que tenemos con él desde que percibimos nuestra existencia. No hay nada que sea más nuestro que su presencia tangible e inevitable. A él le pedimos que nos agasaje, como si dentro suya anduviésemos nosotros, pendientes de que haga con rigor su trabajo y no desatienda la rendición prevista de placeres. Le exigimos que funcione a pleno rendimiento, le pedimos (sin los protocolos y la educación que merece) que nos abastezca de júbilos y, en esa conversación entre el cuerpo y nosotros, andamos, dormimos, hacemos la digestión, pasamos frío, sudamos, fornicamos, penamos.

La batalla que entablamos con el cuerpo la ganamos y perdemos a diario. En ganar y en perder se nos va la vida, pero en cierto modo vivir es irse uno yendo, escapando, fugando, adquiriendo poco a poco la conciencia de la duración de todo ese trasiego. Por eso no es nunca una ganancia o una pérdida, sino un estado canjeable por otro, una sensación modificada por otra, un equilibrio que se deshace y que regresa, una especie de sofisticado partido de tenis en el que no hay un ganador o un perdedor ya que lo único que realmente importa es la evolución de la bola por la tierra, el vuelo que ejecuta y las formas en las que el azar o el talento o la experiencia las va haciendo caer.

En torno a uno, conforme avanza, al tiempo que gana en tiempo, permitidme esa sencilla licencia, la realidad se obstina en contradecirnos o en mimarnos, en hacer que fracasemos o triunfemos, flaqueemos o nos reforcemos, sin que ninguna de esas dimensiones del juego dependan enteramente de nuestra decisión, de la voluntad firme con la que abordamos la partida. Pero el cuerpo se obceca en malograr todo esfuerzo por gobernarlo. Accede a ejecutar los movimientos que le solicitamos, y movemos las piernas, abrimos la boca y hablamos, bailamos incluso cuando la música nos traspasa, pero hay asuntos en los que no consiente la injerencia ajena, no admite que haya un dueño, obra por libre, medra en su absurdo deseo de irse degradando, aunque nos haga creer que tenemos alguna propiedad en la empresa, de que en el fondo somos nosotros los que guiamos la nave.

Pensé en que quizá lo que trasciende de esta batalla no es que se persiga la adjudicación de un vencedor: lo hermoso es la ceremonia en la que se preparan los bártulos de guerra, el modo en que disponemos en el mapa los ejércitos, toda esa estrategia espléndida de los preliminares. En ellos está el verdadero motivo del viaje. No importará el quebranto del desenlace, esa muerte irreparable para quienes no tenemos fe en qué otra vida aguarde: contará el desempeño del cuerpo en su trayecto por la vida, lo que le dimos para que festejara su participación en la trama. También el dolor que delata su fatiga inevitable, su ingreso en la oxidación de sus herramientas de uso. 

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