29.7.23

Non sufficit orbis

Me esmero, lo juro, en la caligrafía, pero amago un de pronto hermoso rizo mayúsculo y hago caer la letra con descuido, la someto a la precisión cuando lo que reclama es montaraz derroche y empiezo a creer en la imposibilidad de la empresa. Llegará el tiempo de escribir turbados por los estros, en cenadores venecianos o perfumados por azahar, pero ahora cunde el cansancio, hacemos acopio de distracciones que nos apartan del cometido primordial y sales a la calle con cinco perros, con cien tortugas, con un libro de poemas que no leerás nunca, porque a los perros les aturde la dicción poética o porque a las tortugas les impacienta ese dulzor tuyo cuando la inspiración te ocupa el pecho. Si yo hubiese sido un ave estinfálida me habría perforado el peto de metal con el que salgo a la batalla y habría dejado que el insomnio campase por mi pecho para que lo picoteen los pájaros de la mañana. La vida se ha incendiado, lo ha dicho un poeta en televisión. La belleza no prescribe. La condición de la belleza es la perseverancia. El pulmón del buzo no caduca nunca. La hija del gondolero Matías Pestalozzi tiene una foto de Clark Gable en su cuaderno de Matemáticas. Durante años, la mujer piadosa dejó caer la moneda en la mano del pobre cuando misa de doce. El día en que el pobre no estaba pensó en que el buen Dios se lo había llevado para su causa eterna. Al salir del oficio vio la mujer piadosa al hombre acuclillado en una escalera de acceso al templo. No puedes llegar tarde, le reprendió. Cada uno se debe a lo suyo. Horas en la escritura de una excusa ocuparon al mendigo para que la señora tuviera a bien la renovación del depósito del óbolo, pero las palabras se amontonaban, me esmero, lo juro, dijo en voz alta el mendigo, pero tiembla la mano, se mueven los adjetivos, unos invitan a otros a quedarse y algunos malogran el propósito primero, ah Señor, dame la elocuencia, pero hay días en que escribir es un desquicio y cada palabra parece la primera. El pulmón de las palabras no caduca nunca. La belleza prescribe. Nada persevera. La vida es fuego, poeta, quema hasta el aire en un verso. Las hijas de los gondoleros no saben nada de la tierra firme. Todo es vaivén y cimbreo. Algunas son desfloradas en una nube. Los pájaros observan los pétalos rotos. Caen con parsimonia, todavía se les ve mecerse. Los perros y las tortugas conversan sobre la pertinencia de una metáfora. El numen es un demonio y creemos en el advenimiento del mal. Ha llegado la hora mineral en que todos los muertos serán nuestros para siempre. Cada uno de ellos nos susurrará un verso de un poema infinito. La moneda en la mano del pobre tiene el tamaño del mundo. 

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