6.6.22

Breviario de vidas excéntricas / 18 / Bonifacio Trigueros


El pastor Bonifacio Trigueros se queda dormido bajo un olmo con el libro de Kafka en las manos y la espalda bien pertrechada en el grueso tronco. El libro termina cayendo. Una oveja se acerca y lo olisquea. Le da fuerte con el hocico y ve con interés que no se rompe. Entonces abre la boca y empieza a buscar el modo de comérselo. Se la ve con entusiasmo, se aplica en la mordida, en la ingesta de las hojas. De pronto bizquea, da arcadas, mueve arriba y abajo la cabeza y suelta un eructo no muy sonoro, la verdad, pero que despierta a Bonifacio. No es la primera vez que escucha a una de sus ovejas soltar un eructo, pero nunca había visto ninguna que tuviera unas alas de insecto en el costado ni se pronuncie con pesadumbre sobre su condición y destino. Bonifacio, cuando regresa a la aldea y confía a sus cercanos las proezas de su rebaño, no se arredra, alardea del prodigio y lo declara milagro, pero la intendencia de la parroquia, al habla con el mismísimo obispo, han zanjado la cuestión y achacado la conversión de la res en insecto a la afición del pastor al anís seco, al principiar la mañana, y al vino blanco, cuando ya se ve venir la tarde. A pesar de ese desaprecio, Bonifacio sabe que fue el libro lo que terció la maravilla que vieron sus ojos. La oveja afectada no ha sido visto de nuevo. Andará por esos campos, tampoco eso le preocupe. Ha pensado en si es Madame Bovary el libro que arrime a la siesta bajo el olmo podrá transmutar la oveja en dama distinguida de París o si lo que zampe la glotona oveja fuese Anna Karenina será una hermosa joven rusa y si podrá hacer que ninguna de las dos cometa el suicidio narrado en la trama. Cualquier día es bueno para que aparezca del brazo de alguna de ellas por las calles del pueblo. Dirá que las conoció un verano en que viajó por Europa. Advertirá a las mujeres que callen, si se les pide opinión en algo, no vaya a ser que irrumpan en balidos o tuerzan la boca al modo en que lo hacen sus ovejas cuando se las estresa en demasía. 

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Un aforismo antes del almuerzo

 Leve tumulto el de la sangre, aunque dure una vida entera su tráfago invisible.