31.8.11

Satchmo


Tomada sin experiencia previa, la fotografía ofrece un desquicio, uno de esos gestos de escaso afecto por la compostura que uno saca de adentro cuando está alegre o incluso cuando está muy alegre. En eso de la alegría tengo yo la sospecha de que la razón se destensa, pierde su rigor académico, descarga las toxinas malas y baja el puente levadizo de la mala leche. Dicho de otro modo, en ese trance a veces muy pequeño en el que nos sentimos sencillamente alegres, perdemos el pudor, la fachada que levantamos para que los demás nos respeten. Al tipo de la foto se le atribuye la alegría casi por encima de su magisterio en el arte de la trompeta o en el jazz cantado, arrastrado, boscoso de voz y de timbre, que vertió al mundo durante más de cuatro décadas. A Louis Armstrong se le ve siempre así, suelto de stress, un poco payaso y un mucho genio de lo que el payaso tutela. No hay vez que no escuche un disco de Armstrong que no lo vea detrás de las notas. Tiene este hombre ese privilegio que otros (no más grande, ni siquiera más mediáticos) no poseen. Uno escucha el monumental What a wonderful world y monta en su cine privado, el de la imaginación y el del editado sentimental, la cara del hombre armado de trompeta y de carisma. Eso debe ser: el carisma. No se aprende, no se recita, no se gana a base de trabajo: se tiene o no se tiene. Louis Armstrong lo tenía a espuertas. Nació con ese don. Tuvo otros, claro. En la fotografía está pletórico, está sublime, está riéndose del mundo y pidiendo que el mundo se ría con él. Luego está la construcción del jazz. La fundación de un género. El que detrás de la voz cascada y de la trompeta antológica esté la entera historia del jazz.




7 comentarios:

Marta García Cuesta dijo...

Alegre escritura también, Emilio. La alegría no es menor que la felicidad. Es mayor, en mi opinión modesta, de no entendido. Estoy alegre y disfruto. En cuanto estoy feliz, ay, me empiezan a dar calores, me pongo a pensar si me lo merezco y al final mando a paseo la felicidad y me vengo un poco abajo. Alegre, duro poco, pero hay que ver que bien se está alegre. Gracias por el retrato sentimental del maestro...

Ramón Besonías dijo...

Como ya te apunté en Facebook, Satchmo representa para muchos afroamericanos al negrito dócil, bufón para complacer a los blancos. Su imagen alegre y su música entusiasmada con la vida insultaba a la realidad oscura en los guetos marginales. Tanta felicidad estaba fuera de su tiempo, colmaba una utopía apolítica, naif, infantil incluso.

Hoy, lejos de aquel contexto, la música y la voz de Satchmo nos cautivan, nos trasladan a un universo feliz, de otro mundo.

Miguel Cobo dijo...

Esto que dices está tan bien dicho que ya no se puede decir mejor. Así que no queda sino decir amén y ole tus neuronas desde el núcleo hasta las dendritas.
No obstante me atrevería a hacer alguna breve reflexión con respecto a la alegría. Yo creo que nosotros somos fundamentalmente alegres, aunque de aspecto triste. La tristeza la sublimamos en la escritura: la armnstrongnizamos. Aun así el gen "alegría" de nuestro mapa sufre una grave mutación fonética en mayo (precisamente cuando la gente le da rienda suelta en nuestra tierra) y se convierte en ¡alergia!

El Doctor dijo...

Se debe a Armstrong la identificación de la trompeta con el jazz. Pero Armstrong suscitó otro tipo de imágenes. Su sonrisa llegó a convertirse en icono del optimismo que está en la base de la cultura estadounidense, y la "felicidad" a la que "cualquier ciudadano puede llegar con tal de proponérselo". De la utilización ideológica de esta imagen no siempre fue consciente el modelo; en todo caso, un poco de inocente vanidad y coquetería pudieron más que la indagación sobre qué se escondía detrás del asunto. Armstrong lo tuvo más difícil por el hecho de pertenecer a la minoría negra y tener que superar una imagen preestablecida. Supo sortear el obstáculo al precio de mantener, con la debida y justa astucia, algo de lo que el público blanco espera del negro para que éste sea, medianamente, aceptado. Armstrong tuvo que limitarse a ser él mismo o alguien que se parecía a él; es verdad que no lo hizo a disgusto. Louis ansiaba ser amado por el público y no habría soportado un rechazo explícito. El gran arte de Armstrong necesitaba de esa carga emotiva, de otro modo no habría existido como artista. La imagen se impuso a la superficie de la música, pero no a su esencia. Y una trompeta sola, apoyada sobre una silla, seguirá representando a Louis Armstrong y al jazz.
Suena en mi equipo de música su trompeta.
Un fuerte abrazo,amigo.

alex dijo...

Me montaba yo, de adolescente, mis propias noches de Louis Armstrong en mi habitación. Al irme a la cama, apagaba las luces y procedía a introducir una cinta de cassette del genio (tenía muchas, las vendían baratas, de modo que podía repetir la escena un par de veces al mes sin temor a conocer el repertorio). Entonces me metía en la cama y dejaba que su música me arrullase. Después le sustituí por Charlie Parker. Louis siempre fue, como dices, demasiado adrenalítico. Destilaba ese tipo de felicidad espontánea que no cuadra con la inmovilidad. Enemigo del sueño. Maestro...

Pedro dijo...

Mi santa dice que ama la sonrisa de Armtrong más que la mía, que soy un soso. Disculpa la confesión familiar, pero es que he luchado toda la vida con este hombre. Y tengo un disco suyo, uno de grandes éxitos, con What a wonderful world y la Vie en Rose y todas esas. Gran post, Emilio. No se lo doy a mi mujer vaya a ser que ahora le guste tu escritura más que la mía, jeje.
Saludos, y volveremos...

Emilio Calvo de Mora dijo...

Marta:
Es que motiva la fotografía y motiva el que se enseña dentro. Louis es un espíritu alegre, no dudo que atacado por frentes que su cara casi nunca reflejó, pero ilumina días grises y su música llena paisajes oscuros.

Ramón:
El universo feliz es de este mundo, debe serlo, obligatoriamente. Hay que saber a dónde acudir, qué buscar, cómo disfrutarlo y entregarse con el entusiasmo adecuado. Louis da entusiasmo a raudales.

Miguel:
Ay, yo soy un alérgico profesional. Mayo es un guantazo en el córtex. Louis es el ventilador, Louis es el ventilador, Louis es el ventilador, ya lo sabes.

Francisco:
Sí, todo es cierto, bien contado, bien traído. Se apropiaron de lo que reflejó, quizá más que de lo que realmente (debajo, escondido) era. Dio toneladas de optimismo en un mundo que precisaba esa ración de júbilo. La dio sin pudor y la dio, sobre todo, con el corazón. Uno negro. Negro y triste a la vez como decía en una de mis piezas favoritas... What did I do to be so black and blue...? Lo expresaba bien en esa canción de tono tristísimo...

Álex:
Buena sesión de alegría doméstica, íntima diría yo. A mi modo, de otro manera, yo practico eso cuando puede. Me pongo mis cascos y salgo a la calle y cruzo los pasos de peeatones, con cuidado, claro, y paseo las aceras metido en el dixieland, en el grunge, en el bebop, en la canción protesta, en la sinfónica pura, en el pop desmelenado, en el blues contagioso. Me arrulla toda esa música según preciso una u otra. Lo de las noches de juventud metido en menesteres musicales lo viví poco porque en casa, en esa época, no podía poner música a cierto (aunque pequeño) volumen y no había cascos que meterme en las orejas. En fin... Lo tuyo, compartible, envidiable, amigo.

Pedro:
Tu santa es muy santa y muy lista. Ya está. No hay más que contar. No entro en más. No se debe. No hay plan.

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