17.1.10

"Sin terremotos, somos invisibles"


Cuando uno es pobre, digo pobre de verdad, la voz se desangela, se vacía, se queda sin fonemas. Una voz sin cuerpo. Un pobre de verdad es un ser invisible. Lo dice El Roto en su formidable viñeta de hoy en El País. Un pobre como Dios manda no sabe que es pobre. Va por ahí enseñoreando su pobreza, mendigando un soplo de dignidad, buscando luz en donde las más de las veces únicamente hay sombras. A veces hace falta un terremoto para sacar al pobre de su permanente estado de invisiblidad y ponerlo en las portadas de los periódicos y en esas pantallas grandes de muchas pulgadas que iluminan con bonitos colorines los salones de la gente pudiente. Uno está en casa, en el salón, almorzando, y de pronto el telediario le extrae de su estado del bienestar gastronómico con un damnificado de Haiti. Es un pobre que sigue siendo pobre, incluso más pobre todavía, pero que de pronto abastece de información al mundo rico. Ya sabemos que los ricos conocen la realidad a través del filtro de la televisión. Compran la prensa que les gusta y ven los canales que no les atacan en exceso. Todos tenemos ejemplos. Un pobre, en realidad, es una incomodidad mediática. El terremoto en Puerto Príncipe, a pesar de lo que dice el obispo de San Sebastián, es un acto de crueldad desmedida que no ejerce nadie. Ni Dios ni la ONU. Ni las huestes de Bin Laden ni todos los malvados del mundo unidos en una gamberrada planetaria. El terremoto en Haiti es obra del azar o de las fallas tectónicas o de la mecánica de fluidos. No creo que a Dios le interese estropear sus dominios con estos atropellos inmobiliarios. Claro que un obispo de San Sebastián o de Cuenca o de las Seychelles puede contarnos que ahora los pobres que queden van a estar bien atendidos. Que no hay mal que por bien no venga. Que Dios aprieta, pero no ahoga del todo. Que la fe se abastece de estas vituallas. Duele, en el fondo, que estamos a expensas de estos caprichos geológicos. He escrito duele y luego he pensado que el verbo es insatisfactorio, pero no encuentro otro verbo que lo sustituya. Yo soy un pobre lingüístico: me faltan palabras, me falta quizá la voluntad que tienen otros para salir de su cápsula de supervivencia y entrar en batalla, en el meollo del cataclismo, en las calles del miedo, a pie de cadáver. Nada que vaya a hacer. Seguiré aquí. Escribiendo. Bien mirado, un oficio cobarde.

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3 comentarios:

Alex dijo...

Es terrible pero no estamos acostumbrado a que este tipo de tragedias les ocurra a los demás. Un viejo axioma. Y duele, más que las palabras desafortunadas (luego rectificó) del obispo, la indolencia general. Ver la muerte a diario termina por inmunizar y por generar la displicencia. Duele ver a una persona muerta. Duele más ver que a una persona viva le da igual. Y siempre fue así.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Uno es siempre el otro. O debería serlo. Pero nos quedamos en nosotros, encapullados, bien dicho, cerrando puertas. Dejamos una ventana por donde ver la realidad. Si la exposición es excesiva, la entornamos. Si es de nuestro agrado, la abrimos. Nos tiramos a veces vidas enteras (uno es muchas vidas en una sola vida) con el alma atorada, cerrada, a refugio de los males que asolan al mundo. A los demás. Cuando nos toca a nosotros, buscamos, pedimos ayuda. Sólo entonces. Duele el mundo. Duelen los terremotos. Las sequías. Los crímenes. El expolio. La injusticia. Duele todo eso. Nos duele en carnes propias. Lo de ver el dolor ajeno es otro asunto. Lo vemos, sí, probablemente lo vemos, pero carecemos de la voluntad suficiente para hacerlo nuestro. Y no estoy místico ni religioso. Cada día me siento más místico, no obstante. Esto de Haití es muy duro. Se da uno cuenta de muchas cosas. Un abrazo, my friend. Grande.

Virgo1972 dijo...

Todos están echando manos, todos se vuelcan. España está ahí y está Obama y están todos los demás. No soy muy "político", pero en estas desgracias es cuando yo veo la unión de los hombres por encima de ideologías y de religiones y de todas esas invenciones del hombre. Apoyo a los damnificados. Dinero, camas, alimentos, no sé, yo no entiendo, pero en televisión se ve que hay de verdad un interés, claro que igual por debajo como siempre hay rapiñeros, gente ruín, que no ve mejor oportunidad para sacar Tajada. Así somos los sres humanos. Buen escrito. Un saludo.

Pensar la fe