28.1.10

Ha muerto el fantasma



No me entusiasma J.D.Salinger: tal vez lo leí tarde. En la adolescencia tenía escaso apego a las letras y el deslumbramiento llegó más tarde. Fue entonces cuando descubrí El guardián en el centeno. Era una edición de Alianza que ya no conservo. La releí hace algunos veranos y me encontré con un texto nuevo. Los libros son siempre objetos cambiantes. Cambian ellos y cambia uno. Imagino a un adolescente norteamericano en la época en que Salinger publicó su obra. El signo de estos tiempos está lleno de hechizos, pócimas y amores vampíricos: símbolos de la vacuidad intelectual o, si se prefiere, del dirigismo estético que las grandes industrias del ocio planean para adoctrinar al futuro contribuyente. Mandan las arcas. A distancia, a cubierto de exigencias éticas o de valores estéticos, está la literatura que consumen los jóvenes. A Salinger, fallecido hoy a la muy noble edad de 91 años, en su hermetismo antiguo, en su cerrada vida de estilita pijo, le salió bien la jugada revolucionaria: condujo a cierta parte de los adolescentes a un mundo sórdido, hostil, reflejo de la propia adquisición de una personalidad en ellos mismos. Holden Caulfield es un antihéroe, el muchacho quebrado por dolores finísimos, compartibles. Toda ese gentío de jóvenes en busca de un sueño encontraron en la historia de Caulfield el referente perfecto. No sé qué hubiese pasado si Salinger creara hoy en día su Guardián. Probablemente nada. O nada de lo que entonces alumbró. El autor esquivo, celoso de lo suyo, afantasmado y casi violento, contribuye a la forja del mito. Toda esa basura David Copperfield que el piojoso de Caulfield odiaba en la obra es, en el fondo, la destrucción de la literatura de la credibilidad. Salinger, sobredimensionado, en mi opinión, no escribío La Gran Novela Americana: sólo creó un contexto para la rebeldía, un territorio fronterizo que igual servía a suicidas que a niños-bien con ínfulas de malditos.

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3 comentarios:

Rafa dijo...

Lo que más llama la atención es que sólo le hicieran dos fotografías. Creo que las 2 que pones. Busqué en la red y no vi nada más. Un personaje. No he leido el libro. No le he leido nada, pero hay que darle rito a los muertos. Lo compraré. ¿Hacía falta que muriera?

Alex dijo...

Me pasó algo parecido. Leí "El guardían entre el centeno" a los 19 años y me fascinó. Volví a hacerlo hace cuatro años y, literalmente, me resbaló. Su fuerza se ha quebrado con los años como la rebeldía de Caulfield y del propio Salinger. Él decidió convertirse en mito (en palabras de su hija, era un déspota egocéntrico). El resto de su obra viajó a rebufo de su primera novela. Los aplausos llegaron solos. Pero queda el primer escalofrío. Una noche de verano de cuando aún era demasiado inocente. Una deuda por saldar.

Emilio Calvo de Mora dijo...

O tres, Rafa, pero el celo era máximo. Luego su hija aireó la privacidad tan ganada. Cosas de los hijos. Es un personaje por encima o al lado de los suyos, tan escasos. Cómpralo. Igual sí: hacía falta que muriera para rescatarlo.

Fuerza quebrada, Álex, bien dicho; le pasa a muchos libros. Me pasó con Baudelaire y sus flores del mal, que también tienen su época. Me pasó con Lovecraft, en distinta medida. Releído ahora me parece demasiado literario. No me pasa, pensando en Lovecraft, con Poe. En fin. Quedan siempre los primeros escalofríos en todo en esta vida, amigo. En los libros. En las personas.

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