24.1.10

Mentiras que se ven



Por obra y gracia de esa máquina de la impostura que es Photoshop, podemos modificar la realidad y hacer creíble la ficción. Este Al Pacino de mentira, corregido con un laborioso pincel digital, me ha dejado un poco k.o. Uno sabe que se retoca casi todo en este mundo. Que nada es lo que vemos: que debajo está la realidad, blindada al ojo público, convertida en un objeto íntimo. Tal vez todos esos actores y actrices tengan derecho a presentarse en público a su antojo. Quizá la verdadera Scarlett Johansson, en privado, en la cocina mientras prepara el café a las siete de la mañana, sea una mujer accesible, a la que no miramos con ojos cinematográficos. Soy incapaz de ver a Al Pacino como un ciudadano anónimo. O soy capaz pero no creo ganar nada con ese esfuerzo óptico. Prefiero los engaños en cinemascope, ese Al Pacino mentido, confiado a las artes del maquillaje y entregado a la ceremonia formidable de la ficción. Se vive mejor en la ficción. La página en donde aparecen algunos astros de Hollywood de esta guisa tiene una mala leche enorme: se han dedicado a destrozar el glamour, a mandar a Madonna a un callejón para que la apalicen unos cuantos desgraciados que no la soportan. No sé. La violencia nunca enseña credenciales creíbles.


Hoy, en una tienda de fotografía, me preguntaron si me manejaba con el Photoshop de marras. No lo uso, aunque por ahí anda, en una funda de plástico, entre otros programas útiles a los que no les entrego mi tiempo. En esa tienda me mostraron los logros de la técnica. Cómo podían eliminar defectos, crear bondades, darle al ojo la ficción que el cerebro busca en los libros, en las películas. Pero también se afea, se destruye, se rebaja la belleza en lugar de inventarla. Leí hace poco que Emma Thompson no estaba dispuesta a retocar ni un solo centímetro de su piel en un quirófano. Hablaba de Nicole Kidman, que no sabemos cómo es. Lo que nos enseñan las películas y los flashes en galas y en entrevistas es otra cosa. Tampoco vemos la cara del escritor: no sé qué cara tiene Murakami. Lo leo sin saber quien está detrás. Ni siquiera me interesa la persona. Buscamos las letras o la música o la interpretación en una pantalla. Una especie de photoshop cultural. Este Al Pacino de la foto o la Madonna de abajo son imposturas, pero no nos duelen. Estamos acostumbrados a la mentira como una forma de representación del ocio.



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5 comentarios:

Patty dijo...

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José Alberto dijo...

Joder qué manta palos. A Madonna le han atizado de lo lindo. Al Pacino no se lo merece. Por lo menos por Serpico se salva de la quema, compañero.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Exageras, José Alberto. Ninguno merece la "manta palos". Ni siquiera un empujoncito. Serpico salva cualquier cosa.

Anónimo dijo...

A Madonna le sienta hasta bien. Como cambia tanto de imagen no le viene mal esta. Al Pacino era el Rey. Ahora es una sombra de sí mismo. Sólo tienes que ver la pésima 88 minutos en la que otro caido en desgracia, De Niro, le busca a ver quien hace el papel más malo. Saludos y adiós. Juan Algar Espejo.

Un aforismo antes del almuerzo

 Leve tumulto el de la sangre, aunque dure una vida entera su tráfago invisible.