Todo lo que es susceptible de empeorar, empeora. O como dice mi amigo K.: Escarba, puedes encontrar más mierda debajo. El panorama no es desolador: le falta una brazada más al nadador para que el cuerpo reviente y se lo coman los tiburones que, en la hambruna, se han acercado a la dársena para ver si encuentran allí la carne que mar adentro escasea. El espectador insensible o el que está satisfecho con la porción de bienes inmuebles que las herencias, el trabajo o el bendito azar le ha puesto en bandeja tal vez imagine, en sueños, que esté es el mejor de los mundos y que a él, ungido por la fortuna, le ha tocado mirar el naufragio desde una altura que no se marchita a pesar del óxido que fatiga el aire y lo hace irrespirable abajo. Hay gente a salvo del caos.
En Dubai han montado un hotel de miles de estrellas y en la celebración han gastado lo que no podemos imaginar los que no tenemos imaginación para estos asuntos de los ricos. Ha ido Robert de Niro, ha ido Michael Jordan: han reclutado a la crema de la cosa popular para que todos los que no hemos sido llamados compremos luego el billete de espectadores de segunda fila. Somos esto: cómplices digitales de todas las injusticias del mundo.
No para la prensa de ladrar su cantinela de miseria y de decaimiento de las finanzas, pero Ramón Calderón, ese dandy de la buena vida que preside el mejor club del mundo, tira de chequera y promete una pasta gansísima si sus asalariados hacen su trabajo, rinden como se espera y ganan los siguiente cinco partidos. Cuando el quinto partido acabe, quizá el número de desempleados sea ya intolerable. Todavía podemos soportar estas estadísticas, salir a la calle, no ver que cierran los negocios (en mi pueblo, otrora boyante, muchos han echado la persiana, han muerto a pie de acera, a la espera de vientos de más bonanza) y que los niños van a la escuela con mantequilla en el pan en vez de fiambres extra. Que no hay vez que no vaya a tirar la basura y al tiempo que yo la arrojo al contenedor (soterrado, en mi caso, muy aséptico, muy moderno, muy integrado en lo urbano) un par de rumanas o búlgaras o magrebíes o vaya usted a saber registran lo que no cabe, las bolsas brutalmente arrojadas al suelo. Las abren, las registran, cogen lo salvable: buscan lo que no queremos, ya lo sabemos.
Nosotros, en un escalón superior, también ejercemos un oficio parecido: compramos lo que podemos, gastamos el dinero en lo que buenamente podemos comprar, pero hay un mundo de gente de más saneada cartera que nos mirará con pavor y con compasión cuando en el súper demostremos preocuparnos por buscar la marca de leche más barata o el detergente de menor coste.
En un congreso del PSOE que ayer por la mañana vi a ratos en CNN, el humanista Zapatero estiraba su prosa funcionarial para explicar a sus acólitos paquetes de medidas para cerrar la brecha abierta. Contaba cientos de cosas que entendí a medias y contaba otro ciento que no entendí nada. Contó (ahí sí me percaté del tema) que el tajo es global: que también en el extranjero, incluso en el extranjero rico que siempre iluminó nuestra envidia congénita, también hay rumanos que buscan leche caducada en los contenedores. No lo dijo así porque entonces no sería el congreso del PSOE sino una reunión de amiguetes cabreados.
Por otro lado, Aznar, ese no-humanista, ése que desafía a muchos, irrita a otros tantos y tal vez contagia su entusiasmo jubilar y didáctico a unos pocos, ha salido en una tribuna similar con la hipotética receta que nos salvará a todos: pide que su partido sea bravo en la lid, que desenvaine la semántica a tiempo y no se enfangue en trifulcas domésticas que (él sabe bien estos asuntos) en nada benefician la imagen pública, la popular, la que luego deposita el voto en la urna.
Luego me asomo a la ventana y contemplo una procesión de mendigos que celebran que anoche fuera sábado y así haya más oferta en los contenedores...
2 comentarios:
Fíjate que a mí lo que me preocupa en este Madrid (lo que tú cuentas por supuesto más que nada, porque es así aunque yo no lo vea) es que en mi barrio, en el centro centro, lo que veo es que no se notan nada las cuentas en números rojos. No sé si es que los que vienen aquí a divertirse los fines de semana son todos funcionarios, políticos o empresarios (que no) pero siguen los restaurantes con colas en la puerta para entrar como si fueran casas de rifas, los bares y discos siguen vomitando gente hasta altas horas de la madrugada y los comercios siguen llenos. Yo, que tengo un sueldo medio de trabajadora media (de alquiler razonable y sin hipoteca) llevo meses restringiéndome en bastantes cosas porque cada vez llego peor a final de mes y no paro de preguntarme cuánto ganarán esos que no parecen temerle a nada.
No sé si las medidas que ya se han propuesto y las que se seguirán proponiendo tendrán consecuencias positivas para la ciudadanía; lo que sí creo es que quienes las van a recibir de forma directa son los mismos que han coadyuvado al advenimiento esta situacicón. Y van a seguir presionando para que la teta no deje de manar.
Yo soy una mínima partícula de la leche de esa teta y me jode que sirva para engordar a los de siempre. ¡Ojalá se les indigeste!
No estoy todavía todo lo bien que quisiera, pero escribo para que el dolor de la pérdida no me coma el cerebro.
Besos grandes y mil gracias.
A río revuelto, ganancia de pescadores... Pero los que pescan, Isabel, son los que (antes de la revuelta) tenían caña.. Los demás, no. Nada de nada. Pobreza y resignación.
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