6.11.08

El peso del mundo es amor

El apasionamiento o el odio son posturas arbitrarias, reconciliaciones de la razón con el instinto, matrimonios muy precarios que acaban en una discusión en un portal bajo la lluvia. La vida es un prodigio que se gasta en nada. Vivir es un milagro, pero en ocasiones no está el cuerpo para deslumbres y el alma (allá donde esté, sea lo que sea, exija lo que exija) pide un receso, una especie de suicidio sentimental entre el viernes y el lunes mientras digital plus marea con las series de éxito en las que los americanos demuestran que el ser humano es ruín y que actúa con maledicencia y cierto desparpajo amoral que, visto en detalle, resulta hasta atrayente. Así los días flaquean en las sílabas átonas. Así las noches tutelan vigilias de bourbon y Charlie Parker, y los años se deshilachan en recuerdos y los recuerdos se acuestan con otros recuerdos y nacen bastardos que contamos en historias que a menudo parecen hasta nuestras. Nada que no pueda ser sometido por el peso del amor, que cantaba Hilario Camacho con su jersey de cuello vuelto y las gafas a lo Lennon. El peso del mundo es amor, y quien no lo vea claro es porque habita las sombras y se mueve a capricho por su turbia extensión de bajezas. O me está afectando en demasía algún fármaco imprudente y la voz me sale encabronada y menos lírica de lo que las circunstancias demandan. Mañana es Jueves y a lo mejor llueve otra vez. Todo parece una película de Douglas Sirk. Hasta ahí alcanza mi cinefilia patética.

3 comentarios:

lukas dijo...

Más bien odio, y el amor (es decir, sexo, ya sabemos, desde Freud, que esto del amor es sublimación) es una forma de contrarrestarlo. La gente es mala, Rousseau estaba equivocado. Luego está el cine, el jazz, esas maneras de apaciguar la rabia, de calmarnos un poco. La verdad es que el viejo melodrama está muerto. El cine que me gustaría que fuera la vida son las pelis de David Lynch, Andrés Ibáñez lo ha dicho muy bien en su artículo reciente: él busca la luz en las sombras, mientras que Cronenberg hace lo contrario, busca las sombras en la luz.

Anónimo dijo...

Como desde hace meses me muevo en las sombras debo contradecirte, Emilio. Con afecto, pero debo contradecirte. El peso del mundo no es amor. El peso del mundo es egoísta y por ende malvado. Lo dicen las leyes de la evolución. Mis genes deben sobrevivir a toda costa y si debo pisotear al que está enfrente, lo haré.

Por supuesto, existen las alianzas, pero dudo mucho de que la bonda supere el mínimo exigible.

Emilio Calvo de Mora dijo...

La gente es mala, sí, Lukas. Se advierte la maldad a diario, pero no interesa creer en demasía estos detalles que la realidad nos regala. Y los pagamos bien. Los pagamos con recargos. David Lynch es una referencia en eso de contrarrestar la realidad a base de finas capas de ficción. Ficción de la más pura y genuina. No he leído lo de Ibáñez pero nada más cerrar esto lo busco.

Álex: moverse en las sombras es un ejercicio de riesgo. Parece un thriller, pero no lo es. Es mejor ir de la sombra a la luz y así disfrutar de ambas. Soy de la opinión de que si no conoces la una no puedes disfrutar (amar) la otra. Sobrevivir: es la cuestión. La vida exige tasas muy altas, pero no hay otras. Por supuesto que existen alianzas, como dices,. Yo también dudo.

Comparecencia de la gracia

  Por mero ejercicio inútil tañe el aire el don de la sombra, cincela un eco en el tumulto de la sangre. Crees no dar con qué talar el aire ...