De haber sido un fan auténtico, de haber tenido el arrojo preciso, habría ido al Kursaal de San Sebastián y me habría convertido en un feligrés más de este sacerdote de lírica convulsa y voz enterrada en maderas de bourbon y en los secretos de más vidas de las que yo podría vivir en cien como la que ahora disfruto, pero me quedé anoche en casa y dispuse todo para que la ausencia no doliese en exceso. Me tragué Rain dogs de cabo a rabo y entendí, en cada canción, en cada aullido, en cada historia del maestro, que la vida puede tener sentido más allá de la rutina y del vértigo de ir comiéndole días al calendario. Pensé que de haber sido un verdadero fan habría estado en el Kursaal salvando mi alma una vez más. El alma, en ocasiones, puede redimirse con una dosis conveniente de Tom Waits o de Van Morrison o de Bob Dylan. Ellos tres contribuyen siempre a que mi corazón se ensanche, se estire, se abra y se cierre en comunión perfecta con mi cerebro, que razona la belleza como Dios razona sus nubes y su caos. Anoche no estuve en el Kursaal, pero Tom Waits sí estuvo conmigo.
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2 comentarios:
Conmigo también, hermano, y lo que yo escuché anoche fue Swordfishtrombone, que es mi favorito. Buenas noches. Ya habrá ocasion.
Veo que tenemos gustos musicales y cinéfilos muy similares, te felicito por el blog amigo, sinceramente:
De lo mejor.
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