12.7.08

Alarmas

I
La zozobra intelectual de este siglo XXI tiene sus apocalípticos y tiene sus integrados: gente de amplia extracción social que defiende modelos carpetovetónicos frente a otros, más al albur de los tiempos, que sostienen paradigmas científicos. Todos imbuídos de la genuina convicción de la prevalencia de su opción sobre la inconveniencia de la otra.
La moral o su ausencia planea sobre las probetas y sobre los matraces y la política se enfanga de fundamentalismo religioso para decidir sobre lo que es estrictamente político, pero esto es no es nuevo. La injerencia de la religión en el avance medular de los pueblos, en su conquista de la felicidad terrena, ha ocupado siempre capítulos enteros en la magna Historia de las Civilizaciones. Incluso ha fomentado guerras y todavía hoy estamos en un limbo pacífico que deja ver sus costuras más hostiles cuando salen a la palestra mediática asuntos como la eutanasia, el aborto, los anticonceptivos o, como ahora, en el sacrosanto consorcio yankee, el creacionismo, que viene a ser una involución de la luz de la ciencia bajo la llama convulsa y debilísima de las antorchas de las cavernas.
II
La noticia no alarma en demasía. Digo yo que más debería encolerizarnos la subida del precio el petróleo, el alza salvaje de los números en violencia doméstica o el kafkiano reparto de la riqueza del mundo. Tal vez un niño desnutrido, esquelético y con la mirada perdida de quien no tuvo una mirada limpia de hambre y de miserias, debería hacer que los mecanismos de la ira se activen con más fiereza y hagamos algo para solucionarlo, pero leo hoy que el Creacionismo es ya una asignatura de corte legal en los Estados Unidos. Quizá eso sea una minucia delante del terrorismo o de la tozuda alegría con la que destrozamos nuestro planeta madre, pero eso de que un niño americano (con lo que luego un niño americano puede llegar a ser) sea enseñado a adaptar la realidad a su capricho alarma muchísimo. Alarma que la fe, sobre la que edifican estos descacharrantes (en el fondo) episodios de cazurrismo y de ignorancia, conduzca los designios de un país bajo cuyo mapa de barras y de estrellas (mal que nos pese) crecen los demás mapas del mundo. Alarma que la derecha religiosa, tan hábil, ignore la evolución y que la caterva de pentecostales, adventistas y evangélicos de una costa a otra abrace con esa pasión estos singulares indicios de la ceguera a la que puede abocar una didáctica mal fundamentada. De ahí la importancia de una escuela pública abierta, libre, carente de prejuicios, exenta de obligaciones morales, desmarcada de planes coyunturales de gobiernos en tránsito y más adherida a vastos y ambiciones planteamientos más a largo plazo, fijada estrictamente en lo cívico y en lo humano, en lo atenido a ley y lo consensuado por el raciocinio y por la ventura dichosa de la inteligencia, que en ocasiones sale a paseo y se pierde en discusiones absurdas sobre la salvación eterna o sobre la divina cosecha de fieles en la tierra.

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