20.2.17
Si naciste pa martillo...
Fotografía: Robert Gligorov
No sabemos adonde ir, andamos a tientas, pisamos con miedo, estamos a merced del azar, tenemos el corazón tan blando. A mi amigo K. le sobreviene a veces un acceso de fatalidad. Cree que habrá un agujero en donde acabe pisando. No uno en el que pueda meter el pie cualquiera, sino uno a su medida, concebido para su horma y cerrado para los demás. Arguye que no hay un plan especial diseñado para él, quitándose importancia. No es que Dios o el Diablo le tengan en sus pensamientos y distraigan su ocio con asuntos de tan pequeña cuantía: es que hay un agujero para cada uno, un día terrible que nos aguarda, una hora fatídica. El hecho de que alguien descrea es razonable, pero basta afinar el oído o aguzar la vista, pensar en si las desgracias de los otros son de verdad incumbencia ajena y no es posible que algo de esa desgracia no nos afecte. Cuando se pone trágico, K. es insoportable. No hay con qué aliviar su quebranto, ninguna de las maneras que una vez funcionaron tienen la garantía de que procedan con idéntico oficio. No hay remedio mejor que dejar que se desfogue: K. no es dañino, no se esmera en la herida, no permite que su dolor se expanda a quien escucha, pero a veces no es él quien habla. Parece que es el mismo destino el que toma la palabra y le hace prorrumpir en lamentos. No somos responsables de lo que hacemos, no existe un firmeza en las decisiones que tomamos, a todo le puede sobrevenir un inconveniente. La certidumbre de que estamos a salvo no existe. Le hago ver que no puede andar uno en esas sutilezas, que sólo traen pesar. Hay que huir del pesar, le recomiendo, pero es muy difícil. En ocasiones flaquean las fuerzas, caso de que las haya. Se viene abajo la sólida construcción que hemos ido forjando para afrontar los vaivenes, los rotos, toda esa maquinaria impredecible del azar, la que nos pone agujeros en el camino. Se tiene esa idea a veces inconmovible de que no todo va a ser perjudicial o de que hay bondad y hay seguridad y podemos avanzar sin temor a que el suelo se abra a nuestro paso. A K. le parecen siempre poco fiables las palabras. Se usan a conveniencia, contesta. Si se tiene su propiedad sirven para que la realidad no sea lo maligna que suele. Si faltan, si no se saben unir para levantar una barricada (eso debe ser) o un asidero, el mal se multiplica, el dolor es mayor, el agujero en el suelo se hace más grande. Lo dijo la Orquesta Platería (o Ruben Blades) con más gracia: si naciste pa martillo, del cielo te caen los clavos. Pedro Navajas es el icono de la fatalidad. K. no es muy amigo de los ritmos latinos.
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1 comentario:
Me parece prodigioso el diálogo que siempre entablas con tu amigo K., sea quien sea... Yo me imagino que lo tienes cerca y te desdoblas y así te sale el asunto.... REdondo, por conocerte bien, por saber qué vas a responder a cada pregunta que te hagas.... Lo dicho, encantado de venir por aquí, contento de haber venido hace tiempo y volver (ay) menos de lo que quisiera...
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