5.4.15

El infinito futuro, el infinito pasado



Se lee para saber más cosas de los demás y de uno mismo. En la lectura, aparte de la adquisición de un conocimiento o de la restitución de una historia, hay un componente mágico que no siempre saben argumentar los críticos literarios y al que sólo se accede después de haber leído mucho o después de haber escrito mucho. La lectura y la escritura son instrumentos que narran lo que no sabes de ti mismo. Te abren las puertas que no abrirías nunca si no leyeses o escribieses. No hay garantía de que leer mucho o escribir mucho haga que sepas de ti lo bastante. Incluso cabe la posibilidad de que no extraigas nada de todo esto. Escribir de un modo obsesivo - al modo en que a veces lo hago yo - puede disuadir de la idea de leer de un modo obsesivo. Entiendo que haya quien no haya leído ni escrito nada en su vida o quien no haya necesitado ver cine o asistir a un concierto de música sacra o visitar una exposición de marinas o tocar un piano. La felicidad no precisa de nada y, al tiempo, todo lo precisa. Me suele decir K. que no lee como antes y que sopecha que acabará por no leer nada. No es temor lo que siente. No teme que no vuelva a conmoverle una novela o que un poema le haga sentir la inminencia de la belleza o el temblor de la divinidad. Dice que ha viajado en el Pequod y que ha estado en Comala. Dice que conoce lo suficiente como para poder vivir de esa memoria exquisita.Tampoco ha ido K. a París, ni se le antoja que pueda ir en breve. Lo que no conoce supera infinitamente a lo que sí. Le dije que éramos dos o que todos somos K. en algún momento de la vida. Un personaje de Borges lo dice mejor: ¿Qué te importa el infinito futuro si perdiste el infinito pasado? Me hizo pensar en Roy Batty, el replicante de Blade Runner cuando cita las puertas de Tannhäuser y lo que se perderá en el tiempo como lágrimas en la lluvia. No sé yo qué se perderá conmigo, qué tendré que no se revele nunca si yo no estoy. Imagino que no tenemos nada relevante. Son éstos tiempos en los que un replicante tendría cuenta en facebook o en twitter. Qué hermoso personaje, por cierto, qué poco ha llegado aquí de lo que fue entonces. 

2 comentarios:

Joselu dijo...

Escribir y leer compulsivamente es un ejercicio que ambos compartimos aunque cada vez siento menos interés por la ficción, tal vez por habér leído tanto y seguro que por la edad que nos va alejando de ello. Y sí, estoy de acuerdo contigo de que leemos o escribimos para conocernos y saber de nosotros mismos. A veces me sorprendo escribiendo como ahora y las ideas van saliendo sin preparación previa o meditación. Surgen como mareas, como vaivén de las olas. No sé lo que pienso de las cosa hasta que no escribo acerca de ellas. Supongo que surge de un magma interior caótico en que, a la imagen de las corrientes submarinas, van emergiendo algunos corpúsculos que enlazan con otros, y es cierto que cuanto más sabes, más consciente eres de lo que dejas de saber y de lo que nunca sabrás: ni sé del pasado ni apenas del presente. Y sobre el inifinito futuro, sé todavía menos. Afortunadamente cuando muramos, nosotros que hemos tenido hijos algo de nosotros quedará en ellos, algo de nuestra cosmovisión aunque sea forjada en la lucha contra nosotros en la rebeldia del hijo que desafía al padre para erigir su mundo.

Emilio Calvo de Mora dijo...

De esto, Joselu, hemos hablado antes. Coincidmos hasta que dejamos de hacerlo, y eso está bien, claro, muy bien. Yo sigo leyendo, quizá menos que antes, pero cejo. Hay cosas inevitables, aunque entiendo que las apetencias merman y que hay lugares a los que acudir y con los que ocupar el tiempo libre (cada vez menos) del que dispongo. La cosmovisión es la clave: hay que buscarla, hay que tenerla. De ahí la lectura abundante de prensa, de todo tipo, de todo formato, y de blogs buenos. Un abrazo.

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