23.12.13

No son días buenos



Quizá lo que hemos perdido sea el sentido de las palabras, el significado que albergan. De hecho no creo que público y digno posean la acepción  que razonadamente hemos venido usando en cualquier debate ideológico. Lo mismo es la ideología la que lo está contaminando todo, corrompiendo cierto estado del bienestar, no el que los socialistas vendían como idílico. No se trata de que la derecha incivil, la que privatiza y la que amarra al individuo y lo expone al criterio voraz de los mercados, haya barrido para casa y esté alegremente, refrendada por una mayoría en el arco parlamentario, eliminando todo lo que les molesta, los asuntos que les molestan. Si volviera al poder el PSOE acometería reformas que no contentarían a toda la población. No hay consenso en nada, no creo que pueda haberlo: ni uno mismo está en continuo consenso con su forma de comportarse, pero lo de la escuela es perverso. Otras perversiones podrían añadirse, sin salirnos de la desazón que nos aturde, del sentimiento de desafecto por la política que reina en la opinión pública. Todo este alejamiento entre el gobernante y el gobernado no debe aducirse exclusivamente al lamentable sistema financiero ni al esfuerzo, quién duda que titánico, de pagar las deudas antes de comenzar a ahorrar de nuevo. Lo que no se acepta, a pesar de esos indicios razonablemente legítimos, es que sea la educación o sea la sanidad las que paguen los desperfectos. La dignidad de lo público está seriamente violentada. Lo público está herido de muerte. El moribundo avanza, parece que no pierde del todo el resuello, pero está a poco de de verdad fenezca. No lo habrá matado en exclusiva el gobierno de Rajoy: es la connivencia de la sociedad la que ratifica la paliza que le están dando en algún callejón oscuro de las leyes. 

Lo que mi amigo Fernando Oliva, un verdadero hombre renacentista instalado en este cambalache de siglo, ha hecho con su montaje fotográfico es la mejor felicitación navideña posible. No he visto otra que zarandee con más atrevimiento la pasividad con la que afrontamos el cataclismo que se nos cierne. No llegaremos a esto, no vamos a volver al pasado pobre de la España gris de la posguerra, pero sobrevuela la impresión de que no está lejos el día, de seguir así las cosas, en que ese pasado pobre de esa España gris hinque la rodilla en el suelo y vea cómo está el panorama. Siempre gana el dinero: sirve para que quienes lo posean aborten en Londres o estudien en Dusseldörf. Es tan hipócrita el resultado de las reformas que escandaliza que prosperen. Es tan diáfana la sensación de que estas medidas no les incumben a los ricos que los pobres, los de solemnidad y los recién inscritos en el censo, están indignados. Cómo no estarlo. Al paso que vamos sacaremos el cobre de las pizarras digitales para venderlo y poder pagar el recibo de la luz en las escuelas. Será como el famoso tren de los hermanos Marx. O como al ínclito Buster Keaton en El maquinista de la General, desmontando ese mismo tren para que el tren continúe su viaje. Un viaje a ninguna parte probablemente. 

No es una Navidad feliz en modo alguno. No creo que haya ninguna que lo sea; fiestas religiosas en su origen pero brutalmente transformadas en una celebración laica o consumista o capitalista, en donde más crudamente se evidencian las diferencias entre las clases sociales. Va uno por la calle sin que nada le espolee a pensar en el espíritu. Es solo la carne, la gloriosa carne la que manda. No eres nadie si no tienes una visa que expoliar, no eres nada si no te dejas engatusar por la voz meliflua de los altavoces de El Corte Inglés, informándote de que si compras dos botellas de Ribera del Duero te regalan una tercera. Es el mercado el que gana. Y quizá está bien que sea así. Yo nunca he conocido otras navidades. No he vivido ninguna revelación religiosa que me haya enternecido por dentro. Sigo siendo una criatura materialista. Una que confía en que la palabra delito sustituya a la palabra pecado de una vez por todas. Una que desconfía de que la fe recompondrá la pérdida de valores que algunos colocan como el verdadero veneno que está haciendo que la sociedad enferma. No dudo que está enferma, pero la salvación está en los pupitres que Fernando Oliva ha registrado en su amarguísima felicitación navideña. Si algo bueno hay en el prometedor futuro depende de esos pupitres. Si el gobierno de turno (no olvidemos que los gobiernos funcionan por turnos, afortunadamente) escatima medios para que resplandezcan, el país se va a la mierda. En Navidad o en pleno verano. Esa es la dirección previsible. Que El Roto termine mi angustia.





12 comentarios:

Juan Herrezuelo dijo...

Estos son los argumentos que tendríamos que repetir hasta reducir a cenizas la demagogia ideológica en la que nos han ahogado hasta el más absoluto desistimiento de toda acción. Me adhiero, lo suscribo, firmo al pie, me apunto a ellos, Emilio. La Navidad es un mito de infancia que regresa cuando somos padres y va tomando de nuevo la forma de una caja registradora a medida que nuestros hijos van creciendo.

Saramaga dijo...

Es curioso, pero hasta hace un mes, no conocía a "El Roto". Vi una exposición suya en Valencia a principios de Diciembre, y me gustó. Con el tema del aborto, ahora me lo encuentro por todos lados.
No estoy triste, estoy enfadada, muy enfadada. Eso sí, no voy a dejar que me amarguen las fiestas, y pienso volver con fuerzas renovadas. Y seguiré enfadada también en las fiestas eh! Pero no triste. Que les den a esta panda, que empieza a tenerme bastante harta.
Besos, y felices fiestas!

Jaime Millán dijo...

Coincido contigo y con Herrezuelo en lo que decís. La Navidad es un reclamo de los grandes almacenes. Quien crea, no es mi caso, allá él, que la disfrute. Yo sigo arañando mi Visa Oro, doliéndome de que no pueda comprarme todo lo que ponen en bandeja. Mierda de mundo.

María José Collado dijo...

Porque todos despertemos y sean los 365 días del año donde pongamos empeño. Un brindis por el cambio.

Rafael Roldán dijo...

Lo público no es la panacea de la felicidad. Cierto que el Estado ha de garantizar un mínimo que permita la igualdad de oportunidades para todos; pero una cosa es que todos tengamos los mismos mimbres y otra que sólo algunos se dediquen a hacer el cesto. En la enseñanza actual el cesto no quiere hacerlo casi nadie, entre otras cosas porque se ha dinamitado el esfuerzo, el interés, el afán por superarse, por aprender y únicamente ha quedado el "tengo derecho" o "te denuncio", amparados por leyes "buenistas" que igualan a quien trabaja con quien no da golpe.
Yo no sé si los mercados (el nuevo mantra progre) han de regular o no la vida de las personas, pero lo que tengo claro es que el pan lo compro en una panadería, no a un funcionario, y me alegro de eso, de que mi vida no esté reglada y regulada por ZP o Rajoy. Prefiero regularme yo mismo, saber a qué puedo aspirar y no embarcarme en un vehículo de sesenta mil euros cuando no tengo para pagar la luz. Esa responsabilidad es la que estamos dilapidando con tanto "estado de bienestar" subvencionado, que no es otra cosa que decirle a todo el mundo lo que tiene que hacer y, repito, debe haber una base mínima, un punto de partida igual para todos que el Estado debe garantizar.
Que nadie me diga que las aulas o las habitaciones de hospital estarán llenas de ratas porque no es más que demagogia; la misma que se utilizaba hace años para asustar a los abueletes con que no le pagarían las pensiones (precisamente fue ZP quien le dio el primer palo a pensionistas y funcionarios). Sencillamente es todo un conjunto de consignas para incautos que creen a pies juntillas ciertos mensajes, pero que no resisten el más mínimo análisis serio, pues no aportan ni un solo dato en que basarse.
Ni la LOGSE, ni la de ZP, ni la de Wert arreglarán el desastre, pero lo que no podemos es mentir ahora y callar cuando gobernaban otros.
Los mercados y la desaparición de la enseñanza pública son los dos pilares de un edificio que no aguantaría un mínimo empujón de raciocinio y conocimiento. Nadie me obliga a ir a El Corte Inglés a comprar y en este curso mi Colegio sufrirá una reforma integral valorada en 500.000 €.

Isabel Huete dijo...

Soy producto navideño cien por cien. Me gusta la Navidad, las luces, los villancicos, los colorines... Las compras y los atracones me dan igual, también su aspecto religioso.
Feliz Navidad, querido Emilio. Un beso grande.

Conrado Castilla dijo...

Está bien eso de criticar a la navidad cuando llega, allá cada cual, pero lo que me resulta un tanto chocante es que se defienda lo público con tantas palabras (bienintencionadas sin duda) pero a la hora de defender esas ideas se quede simplemente en palabras, basta con ver los resultados de las últimas huelgas en la enseñanza pública para darse cuenta de que esta muy decir pero mejor estaría hacer.
Yo no soy muy dado a la navidad, pero que voy a decir, me alegro mucho cuando llego y algunas de sus cosas me gustan, pero sin abusar.
De todos modos, feliz navidad amigo Emilio.

Emilio Calvo de Mora dijo...

En este asunto no es posible la armonía en las ideas, ni mucho menos. Comentarios que coinciden con mi manera de pensar y otros que difieren. No es posible, insisto, un criterio compartible, aunque todos deseemos en el fondo lo mismo.

Lo público, Rafa,m no es panacea de nada. Nada es panacea de nada. Qué son las panaceas? Cuando gobernaban otros, existían estos o parecidos asuntos.

Algunos, Conrado, somos así, chocantes. Algunos obran con los pies y van a las manifestaciones, cosa que alabo, y otros, que no fuimos, usamos otros medios. La defensa de lo público, en lo que en lo fundamental coincidimos, no se produce únicamente en la calle. Yo tengo palabras, qué le vamos a hacer. Decir y hacer, combinados. En el fondo somos un equipo.

Feliz Navidad.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Juan, es cierto que sie do padres vuelve la navidad. Otros bolsillos cómplices

Juan Miguel Vacas dijo...

En parte a favor; en parte, no. Coincido con Rafael Roldán en lo de quienes piden y luego derrochan y no se puede, ni a nivel pequeño ni a nivel alto, político. La escuela es un laboratorio. Los hospitales desgraciadamente también. En lo del aborto, no. Yo no daría ningun supuesto o solo me inclinaría a aceptar, si de mi saliese, los más dolorosos, malformaciones, vida de la madre, pero incluso con matices. No es un tema "fácil".

Yo nunca me he manifestado, Emilio. Ni siquiera he ido con los que están "a favor de la vida", como si fuese verdad que no lo estamos todos.

Cada uno, lo que desea, no es verdad?

Creo que es la segunda vez que me atrevo a dejar escrito aquí algo, me gusta hacerlo, por lo leído.

Feliz navidad, Emilio, lectores...

Lampedusa dijo...

No se puede estar más de acuerdo, no se puede pensar de otra manera. Y quienes piensen de otra manera, pues allá ellos. Allá ellos, acá nosotros. Siempre termina la película de la misma forma. Saludos, y felices fiestas, compañero.

Ah y no hagas caso de los comentarios "exóticos".

Allá, ellos.

Bubblegirl dijo...

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