8.11.11

España, que es un gran país, faltaría más



No me cabe duda de que algunas personas nacieron para creer las mentiras que cuentan otras. Se nace limpio, sin contaminar, puro al modo en que lo es un ojo al abrirse por primera vez, pero la mentira hace su colecta de acólitos y recluta un entusiasta ejército de embusteros. Se miente para no contar la verdad o se miente porque la mentira, bien contada, hilada con esmero, funciona en  el texto (hablado o escrito) mejor que las más redonda de las verdades. Sobre este pilar se ha levantado la historia de la Literatura, en este insobornable afecto por la impostura reside la vigencia de esa Literatura, que es una ficción estabulada, un poco orgullosa de su condición de engaño y otro poco ocupada en disculparse.

En lo político, en la administración de la cosa pública, la ficción deberia prohibirse por ley. Tendría que escrutarse con mimo quirúrgico las palabras que se vuelcan en los discursos, las frases que se van ensamblando unas a otras hasta formar un grumo verbal compacto, sin aparente vínculo con lo real, desgajado de la realidad. Escucha uno las grandilocuencias de los que se intuyen como destacados en la carrera monclovita y se envenena. Lo digo muy sinceramente. No es un envenenamiento letal, téngase esto claro. Lo que aturde los sentidos y los emborrona, lo que en todo esto hiere más que otra cosa es la previsiblidad de lo contado. Está la política tan hueca que cuesta imaginar cómo rellenar los vacíos. No deben ser palabras, imagino, las que colmen los espacios sin ocupar. Quizá las palabras (las que ayer se izaron como armas de convencimiento masivo en el debate que sostenido por Rajoy y Rubalcaba) empujan los gestos, pero uno sospecha que también se puede dejar a las palabras solas, sin mano que las guíe, incapaces de ir más allá de la sencilla fonética, inútiles a la hora de crear algo nuevo que alivie o sane los males que esos políticos se esfuerzan por borrar. Desafección absoluta, escribe alguien a quien acudo de cuando en cuando como el que se aplica un tónico o un ungüento literario o incluso estético. La creencia de que hay quien nace para convencer o otros que están ahí para ser convencido; la firme creencia de que no se puede hacer caer en la corbata, ay la corbata azul bien planchada, el azul como centro absoluto del cosmos, el peso de un país.

Y en cierto modo, a pesar de la contundencia de los argumentos esgrimidos, del interés que se les sospecha en hacer su oficio como deben, los candidatos claudicaron ante la vampírica telegenia y midieron la altura de las sillas, la temperatura del salón y hasta la conveniencia o no de que un público (no hubo ninguno) jaleara, interrumpiera o chiflara las interpelaciones, los comunicados breves, esas frases antológicas con las que vender la salvación de la patria. Y no hay quien la salve. Al menos no en un breve plazo. Lo de ayer no fue un volcado de ideas sino una puesta a punto emocional, un enseñarse, un pavonearse entre sus acólitos, un querer que el voto vacilante acabe por escorarse a su baraja ya de una forma definitiva. Por eso, contrariamente a lo que me pedía la razón, vi anoche el debate como si fuese una ficción y lo tratado no pasase de ser una cosa novelesca. Vi a dos autores esgrimiendo su estilo. Dos actores (uno con más raza y otro con más oficio) que buscaban la empatía de un público quemado, al que le interesa a dia de hoy cada vez menos los driblings dialécticos y que no consiente más dilaciones en la acometida del rescate. Mentir, lo que se dice mentir, no sé si mintieron mucho o poco. Verdades las hubo escasas. Cosas de políticos.

6 comentarios:

Joselu dijo...

No vi el debate en su conjunto. Sólo el comienzo y las intervenciones finales. Hubiera querido que Rubalcaba me sedujera -le tengo aprecio- pero en sus palabras últimas y su mirada al público me molestó en su registro de comunicación no verbal que pestañease tanto, que no hubiera una mirada firme al espectador y sí continuos cerramientos de ojos. Esto revela tal vez su mayor complejidad intelectual y que es consciente de los meandros de la realidad. Rajoy sí lo hizo pero tampoco convenció. Un líder que se apoya en encuestas que le dan 17 puntos de ventaja podía haber expuesto más, y se limitó a cubrir el expediente, sin ninguna sorpresa. Estuvo solvente y enormemente gris.

Que mienten, que no dicen verdades, es cierto, pero ¿acaso se pueden decir en política? Ambos eludieron múltiples puntos que habían pactado no abordar (Europa, el estado autonómico, qué medidas concretas habría para crear empleo, ETA…) Votamos en blanco, votemos a quien votemos. No tenemos ni idea qué harán con nuestro voto. Y es que la verdad no son ellos quienes deciden. El debate de ayer fue solo entre dos muñecos cuyos hilos manejan otros. Mi impresión por lo leído en la prensa y oído en la radio es que resultó insustancial. Rubalcaba no ha conseguido convencernos y Rajoy sigue sesteando en su sofá peridiano.

En cuanto a la quemazón del público, sólo decir que es algo universal y se da en cada uno de los países democráticos. La política se ha cubierto de descrédito, cuando yo la viví en mis años jóvenes como la más prestigiosa actividad humana e intelectual. ¡Ah, mi añorado Tierno Galván!

Hasta Peces Barba mete la gamba de un modo pueril.

Anónimo dijo...

Es un montaje, un show de dos obreros cualificados que seguimos como si vemos a David Copperfield haciendo desaparecer un barco en el Hudson.
Me tragué una buena parte del debate. Toda la economía, entera... Hasta que me cansé y cambié de canal. Luego volví, lo quité, enfadado incluso.
Me acosté y puse la radio.
¿qué había en la radio? Debate. O música de radiofórmula. Estamos dirigidos de una forma u otra. O Lady Gaga o Rajoy. O Justin Bieber o Rubalcaba.
Es un circo, nosotros, no nos equivoquemos, no somos el público. Somos los payasos.
Harto.... alguien me entiende?
Un saludo...

Pedro Vidal

Julián Calmaestra dijo...

Por un lado aprecio de Rajoy su oficio. Por otro, lo detesto. Es un funcionario gris que carece de carisma ni de inspiración. Es un buen obrero. Quizá necesitemos uno para sacarnos del atolladero. Rubalcaba es un prestidigitador, un mago, una cosa hipnótica, pero España no necesita ahora magos. Cuando todo se arregle, Rubalcabas... Ahora, en eso estoy, a mi pesar, Rajoys..
Abrazo de un lector admirador.

Anónimo dijo...

Hola me llamo Noelia y tengo que decir que me ha encantado su blog. Dejeme felicitarle, se nota que le gusta y apasiona la escritura se ve reflejado en la calidad de sus articulos, por cierto muy bonito el diseño.

Por otro lado,me gustaría incluirlo en mi pagina web donde desearía mucho contar con su sitio.A cambio,agradecería mucho un pequeño link hacia mi web la cual estoy intentando levantar poquito a poco y como usted sabrá es difícil pero se le coge mucho cariño a cada proyecto.¿Qué le parecería?.
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Un beso! y Suerte con su Blog!
Noelia Quiroz

Ramón Besonías dijo...

Platón 0-Maquiavelo 1.

Dices, amigo Emilio: «En lo político, en la administración de la cosa pública, la ficción deberia prohibirse por ley.» Y dices con buena intención, pero mirada elevada, sublime, en el mundo inteligible de las ideas. En política, todo es ficción, atrevo. Ya viste por mis artículos que opino que aún andamos resolviendo el duelo Platón-Maquiavelo dentro del universo político.

La política es un arte de encantamiento, amigo Sancho. La verdadera realidad es muy difícil de argumentar; es mejor tener a mano una buena historia que deje satisfecho al aforo.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Ficción, ficción vendida como verdad. Política de altos vueltos, de trama novelesca, de intención metafórica. Me siento culpable por haber metido las narices en un tema que no es el mío. Prometo solemnemente no volver a caer. No hablaré de política, ni de religión, ah ni de religión, en los próximos... dos días. No, más: un mes. En fin...

Un aforismo antes del almuerzo

 Leve tumulto el de la sangre, aunque dure una vida entera su tráfago invisible.