17.3.10

Faro



I
Importa escasamente que sea o no sea el faro más austral del planeta: lo que a mí me fascina del faro de Ushuaia es su belleza. Lo visitan cormonares, lobos marinos e incluso poetas descarriados que encuentran en su anomalía (un faro es una cosa singularísima, un adjetivo perfecto en una frase rotunda) un asidero sentimental o un referente moral. Los faros tienen un aura de rara belleza que no posee ninguna otra construcción hecha por el hombre salvo (tal vez) algunas torres de iglesia. Hay un punto religioso en todo esto al que no estoy dispuesto a dar de lado. Hay que ser disciplinado incluso en lo que uno no comparte. Sí que amo los faros. Sin razones que se puedan desplegar. Qué amor exhibe razones.



II
Todo está escrito y todo está a falta de que se escriba. Todo está dicho y todo está por decir. En el faro la vida es siempre otra cosa. Una ficción. Un episodio extraído de un argumento mayor al que privamos (por capricho de autor) de una continuidad narrativa. He mirado durante mucho rato estos dos faros. He encontrado imágenes que no tenía. Palabras evocadas. Fotografías. Recuerdos. Intuiciones.




III
Conocí a un farero y tenía aspecto de farero. Ignoro cómo será otro farero. Aquél me llenó de aventuras sin que por su boca saliese una siquiera. Pensé en el mar azotando el faro. Pensé en Robert Louis Stevenson. En un tebeo del Jabato que leí hace treinta años. En un poema de Emily Dickinson que ya no tengo y del que no recuerdo nada salvo la idea infinita del faro y de la pérdida asociada al faro. Pensé retorcidamente en Peter Lorre escalando el faro y muriendo arriba, perseguido por un matón al que traicionó en un antro de Estambul. Cosas del cine. Gracias, Álex.

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6 comentarios:

Ramón Besonías dijo...

A mí me sucede algo parecido. Mis faros son más fabulados que reales. Me crié en costa, pero mis padres eran más de secano y nunca tuve el gusto de visitar uno, que yo recuerde.

Tuvo que ser ya crecidito cuando contemplé uno por primera vez. Pero era demasiado tarde. No puede ver en su semblante algo más que una torre desgastada sobre las rocas.

Y es que si uno quiere apreciar verdaderamente algo, mejor que le haya calado cuando era niño. Es difícil olvidar los fantasmas que creas cuando eres pequeño. Se quedan contigo y nunca pueden suplantar al triste original en el que se inspiraron.

Buen fin de semana, amigo.

Por cierto, en "La mirada perpleja" dejé un homenaje a "Psicosis". 50 años no son nada... para Hitchcock.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Los faros son siempre fabulados. El faro de verdad, aunque sea de mucha verdad, es un faro físico. El faro está dentro. Los de fuera, salvo excepciones, son útiles. Los buenos son los que no tienen utilidad y se la busca uno.
Yo viví alejado de faros (verdaderos, falsos) muchos años. Cuando llegó uno (como el amor, como la fe para quien la profese)la rendición fue absoluta. La página de mi amigo Álex (visítala, please) es un alegría de faros y de fotogramas jubilosos. Ahí aprendo.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Ah, Hitchcock lo veo justo ahora. Ya te escribo.

Alex dijo...

Es la belleza en su estado más puro... el faro de Ushuaia.

Una vez me dijeron que tenía alma de farero. Luego, las pasadas navidades, ella me regaló un libro de Paco Roca (cómic maravilloso) titulado "El Faro" que durmió conmigo cada noche oscura. Y se parecía al de Ushuaia. Se parecía tanto como imaginaba la soledad de sus protagonistas.

Espero poder verlo algún día. De veras que lo deseo y lo espero. La culminación de una vida tal vez opaca. Recuerdo que el primer faro que vi en mi vida lo hice de su brazo, no podía ser de otro modo. Me palpitaba el corazón entonces. Qué belleza, Emilio.

Anónimo dijo...

Lorre en un faro!!!!!!! Estambul!!!!!! Ya hay pelicula
Llamamos a..



Fogwill4

Ana dijo...

El faro y el post son preciosos. Gracias a Álex también.

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