28.12.08

Y la nave va...


Me dan cierta grima emocional los discursos en los que un preboste de la sociedad, uno con un micrófono a mano y un púlpito mediático desde donde extender sus tesis, o un ciudadano de a pie afirma que la única verdad posible es la que se desprende de sus palabras. En este hilo narrativo, el cardenal arzobispo de Madrid Rouco Varela ha levantado hoy a su feligresía de la España azotada por la canalla laica para decirles que la única familia verdadera es la cristiana. Ha insistido en la infamia del divorcio express, ése que faculta a quienes ya no se aman a dejar de compartir techo, desayunos y almohada y poder seguir viviendo tan ricamente, sin ejercer el masoquismo como oficio diario. Luego ha encendido el verbo, aunque sin zaherir al gobierno zapatista, con la salva de proclamas contra el aborto, lo cual no deja de ser el único argumento rigurosamente legítimo y razonable al que pueden agarrarse y al que cualquiera que no sea cristiano también puede unirse, cerrando el discurso con una buena tunda de palos a los homosexuales, que no son dignos para muchos asuntos, pero sobre todo para educar a unos hijos, como si la familia tradicional hubiese demostrado que sí lo es y que se le puede confiar esa noble y delicadísima tarea. Se equivoca el clérigo en que un hombre y una mujer, por definición, por alguna ley sagrada o por algún retorcido manifiesto metafísico, puedan amarse para siempre.
Y cuando el amor se muere, cuando desaparece la ternura y el afecto, el embelesamiento y la tolerancia, la alegría y el mancomunado esfuerzo de llevar una vida hacia adelante, entonces qué hacer. Tendremos que pedir asilo emocional a quien nos lo de, pero si nos quedamos en el mandato parroquial de hoy en Madrid, no hay que hacer nada salvo aceptar que (en palabras del cardenal Rouco) un hombre y una mujer deben amarse para siempre. Sólo dejar correr el desafecto, la falta de ternura, la ausencia de alegría y soportar la atroz embestida de los días cuando los escribe la tristeza y los rubrica la rutina, el tedio o la desolación. Así debe ser porque así está escrito. Y la nave va...

5 comentarios:

Isabel Huete dijo...

A mí esas manifestaciones con esos discursos irracionales y caducos me producen desolación, sobre todo al ver la masa que los aplaude, claro, que hay gente para todo y la Iglesia siempre ha ejercido un poder enorme.
A mí lo que me alucina es que insistan en que el aborto, el divorcio, el matrimonio homosexual y toda la retaíla, son malos por antinaturales. Yo creía que eran malos porque la revelación divina en la que creen así lo estipulaba, pero de las leyes de la naturaleza nunca me habían dicho nada ni creo que estén para esas tontunas.
Que los creyentes cumplan con su doctrina si quieren, pero que a los demás nos dejen en paz.
En fin, que perder poder crea mucha inseguridad y solivianta el ánimo.
Un besote.

Emilio Calvo de Mora dijo...

El mundo es su idea del mundo, como decía Schopenhauer. La vida es su vida. La moral, la suya. El uso de la libertad, su libertad. En fin... Y así va.

Emilio Calvo de Mora dijo...

El mundo es su idea del mundo, como decía Schopenhauer. La vida es su vida. La moral, la suya. El uso de la libertad, su libertad. En fin... Y así va.

Emilio Calvo de Mora dijo...

El mundo es su idea del mundo, como decía Schopenhauer. La vida es su vida. La moral, la suya. El uso de la libertad, su libertad. En fin... Y así va.

Anónimo dijo...

VAMOS A DECIRLO MAS CLARO; QUÉ ASCO DE CURAS, QUÉ CHUPONES QUE SON; QUÉ VIDORRA LLVAN; QUÉ POCO TRABAJAN; Y LO QUE EXIJEN.

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