9.4.08

Monstruoso: I am a camera




Si miramos lo estrictamente cinematográfico, Cloverfield (Monstruoso) es una joya, una pieza magistral de cine alumbrado en el siglo XXI, imbuído de las técnicas narrativas que la nueva sociedad crea para explicarse a sí misma o para alejarse de los patrones en los que no se identifica. En este sentido, la cinta de Matt Reeves mira más al Youtube o a la realidad colgada en la Red que a la propia realidad, que tal vez se le queda corta y debe echar mano de dispositivos narratológicos diferentes. Los autores de esta inteligente propuesta (la inteligencia puede estar reñida con la belleza o con el asombro artístico) conocen muy bien los mecanismos de distribución viral que se producen en los medios de comunicación de masa así que tiran de una campaña de publicidad sencillamente perfecta: colocan un trailer justo antes de la proyección de Transformers y dejan en Internet pequeños bloques de información, golosinas que abren el apetito, pero que no acaban de informar sobre la naturaleza exacta del menú a degustar.
En otro orden de cosas, o tal vez es el mismo pero mirado desde una perspectiva más emocional, Monstruoso no es ninguna joya del cine y su osadía formal contrasta con su plano mensaje sentimental. Al fin y al cabo, el cine se dirige al corazón, aunque en ocasiones (en excesivas ocasiones, tal vez) lo consideremos bajo la mirada gris y fría del análisis, que es un acto racional y puede prescindir de las emociones.
La naturaleza vírica del márketing habilitado para su propaganda casi merece más atención que el propio film: Monstruoso (con papá Abrams detrás de la empresa) reformula el diseño de producción, crea (al estilo de Perdidos en la pequeña pantalla) una realidad narrativa paralela a la construída en el metraje y somete al espectador a un tozudo y, al tiempo, lúdico ejercicio de involucración masiva en el contenido formal. El espectador es un empleado más de la productora. Se llegaron a alojar videos en Youtube que provenían de la sala de cine de modo que el trailer era objeto de la misma atención que la película en sí. El medio (nada nuevo) era el fin en sí mismo.
La intrascendencia de Monstruoso no hará que no se hable de ella dentro de algunos años: se valorará el grado de hiperrealismo, se elaborarán sesudos textos sobre las nuevas tecnologías narrativas, pero igual nadie revela al público ignorante que la película es mala.
Que el monstruo que devasta Manhattan sea intuído, más que mostrado, o que Reeves, temblona cámara en ristre, dedique un buen tercio del film a presentar a los personajes, sin mostrar las cartas apocalípticas, el Godzilla bíblico que hunde la ciudad en ceniza, evidencia que no estamos ante un blockbuster al uso, una de esas cintas monstruosas que provocan la histeria del público adolescente: Monstruoso evita esa vinculación fácilmente identificable con lo comercial. De hecho Reeves se escora adrede de lo fácil y lo previsible y monta un espectáculo efectista, que se ve con asombro, pero que no sacude ninguna fibra de sentimiento.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenas,

a mí me pareció muy floja la película, pero lo peor es el mareo que cogí viéndola. Joder, este modo de contar historias es horrible, cámara en mano. Los vídeos que hacía mi tio sobre sus vacaciones, hace años, tenían menos vaivenes.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Floja, aburrida: ni siquiera la parte primera, que parece una cosa como de Woody Allen acelerada, se salva. A mí me cansó. Me gustan las pelis de monstruos y las pelis de Woody Allen. Mezcladas, no.

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