Neil Jordan es un director competente que se deja convencer por el cine de Hollywood( Entrevista con el vampiro ), pero que mira de reojo ( con corazón ) a un cine de raíces, que algunos llaman de autor, aunque tendría tal marchamo mucha tela que hilvanar.
En esta entrega, hurga en la Irlanda en la que nació y, sin rehuir el trasunto político, indaga en el melodrama directo y sin ambages. Como Jordan no es Douglas Sirk, la película se queda a medias porque abusa de los clichés y se escora en exceso al lugar común, al espacio dramático que el espectador ha visitado en demasiadas ocasiones.
Lo que vemos es una Irlanda de catálogo, que rumia la siesta provinciana del sosiego. Lo que amenaza esta quietud quebradiza es el personaje de Cillian Murphy, nacido hombre, pero vocacionalmente hembra, que prefiere que lo llamen Gatita y que dedica su turbada vida a encontrar a la madre que no conoció. Tiempo habrá en este periplo sentimental de identidades perdidas para que la Irlanda política ( IRA, vecinos encontrados, revueltas callejeras ) también se arrogue su particular universo de tópicos.
Todo está muy acelerado y brilla, por encima del conjunto narrativo, una banda sonora precisa y una composición actoral sobria en la que, aunque sobreactuado, Cillian Murphy, que recordamos en Batman begins o en ese engendro de secuestros en aviones del ya caduco Wes Craven, da empaque a un personaje difícil.
Desayuno en Plutón es un melodrama con ribetes de comedia que no podemos llamar tragicomedia enteramente por cuanto el humor que presenta es oscuro, sórdido, en ocasiones.
Tiene en la música (insisto) un aliado impagable. Del punk rock a Haëndel, del folclor local a la música disco. Hasta Bryan Ferry tiene su papelito, perverso, por más señas.
Pareciera, al modo en que Tarantino modela sus guiones, que Jordan quisiera que los giros de la historia bebieran del soundtrack de la película. De hecho, Patricia "Kitten"Braden, el personaje de Murphy, vive para esas canciones y guían su crecimiento como persona a lo largo del metraje.
Me vino a la memoria El Juego de lágrimas, mejor película que ésta, firmada también por Jordan. Ambas tratan el travestismo. Ambas retratan la violencia terrorista. Aquí todo se ha quedado en un tono menor, amanerado hasta lo dulzón, pero tierno, por momentos.
Liam Neeson como párroco abnegado y valiente y Stephen Rea ( un fijo de Jordan ) como el mago escasamente tradicional bordan, en mi opinión, sus personajes.
En fin, el amable lector tiene en la cartelera una ración abigarrada de conductismo práctico y también, he aquí la magia absoluta del cine, un entretenido rato de cine europeo, lastrado por las huellas del vecino americano, tan ladrón, tan amado, tan nuestro.
No dudo que algún festival con ínfulas de autopromoción rápida le asigne un estrellato que no merece, pero que tampoco criticaríamos en exceso.
Hay tanta morralla y se vende con tanta complacencia que estas dos horas y poco de cine saben, a ver, qué le vamos a hacer, a poco.
Esta noche veré Con faldas y a lo loco. No tiene nada que ver con todo lo escrito, pero echo de menos a Jack Lemmon y a Tony Curtis.
En esta entrega, hurga en la Irlanda en la que nació y, sin rehuir el trasunto político, indaga en el melodrama directo y sin ambages. Como Jordan no es Douglas Sirk, la película se queda a medias porque abusa de los clichés y se escora en exceso al lugar común, al espacio dramático que el espectador ha visitado en demasiadas ocasiones.
Lo que vemos es una Irlanda de catálogo, que rumia la siesta provinciana del sosiego. Lo que amenaza esta quietud quebradiza es el personaje de Cillian Murphy, nacido hombre, pero vocacionalmente hembra, que prefiere que lo llamen Gatita y que dedica su turbada vida a encontrar a la madre que no conoció. Tiempo habrá en este periplo sentimental de identidades perdidas para que la Irlanda política ( IRA, vecinos encontrados, revueltas callejeras ) también se arrogue su particular universo de tópicos.
Todo está muy acelerado y brilla, por encima del conjunto narrativo, una banda sonora precisa y una composición actoral sobria en la que, aunque sobreactuado, Cillian Murphy, que recordamos en Batman begins o en ese engendro de secuestros en aviones del ya caduco Wes Craven, da empaque a un personaje difícil.
Desayuno en Plutón es un melodrama con ribetes de comedia que no podemos llamar tragicomedia enteramente por cuanto el humor que presenta es oscuro, sórdido, en ocasiones.
Tiene en la música (insisto) un aliado impagable. Del punk rock a Haëndel, del folclor local a la música disco. Hasta Bryan Ferry tiene su papelito, perverso, por más señas.
Pareciera, al modo en que Tarantino modela sus guiones, que Jordan quisiera que los giros de la historia bebieran del soundtrack de la película. De hecho, Patricia "Kitten"Braden, el personaje de Murphy, vive para esas canciones y guían su crecimiento como persona a lo largo del metraje.
Me vino a la memoria El Juego de lágrimas, mejor película que ésta, firmada también por Jordan. Ambas tratan el travestismo. Ambas retratan la violencia terrorista. Aquí todo se ha quedado en un tono menor, amanerado hasta lo dulzón, pero tierno, por momentos.
Liam Neeson como párroco abnegado y valiente y Stephen Rea ( un fijo de Jordan ) como el mago escasamente tradicional bordan, en mi opinión, sus personajes.
En fin, el amable lector tiene en la cartelera una ración abigarrada de conductismo práctico y también, he aquí la magia absoluta del cine, un entretenido rato de cine europeo, lastrado por las huellas del vecino americano, tan ladrón, tan amado, tan nuestro.
No dudo que algún festival con ínfulas de autopromoción rápida le asigne un estrellato que no merece, pero que tampoco criticaríamos en exceso.
Hay tanta morralla y se vende con tanta complacencia que estas dos horas y poco de cine saben, a ver, qué le vamos a hacer, a poco.
Esta noche veré Con faldas y a lo loco. No tiene nada que ver con todo lo escrito, pero echo de menos a Jack Lemmon y a Tony Curtis.
Olvidaba a Marylin Monroe.
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