Esta ola de revivalismo que nos recorre tiene, en un muy sesgado y personal punto de vista, cuerda para rato. Se trataría de revisar al alza ( la técnica actual al servicio de la nostalgia ) los hitos del siempre glorioso pasado. Como la memoria es golosa y gusta de regresar allá en donde fue feliz, las salas de cine se van a llenar cuando empiecen a caer, trufados de modernismo, episodios ñoños de adolescencia. La maquinaria imparable del merchandising pondrá su ejército de creativos a buscarle tres pies al gato y todo se avendrá, con mansedumbre, al dictado de la caja, que (como todos sabemos) gobierna con mano durísima los entresijos de lo que, en principio, bien pudiéramos llamar Arte.
Bien, la caja de Pandora está abierta. Y ojalá lo que viene ( y mucho de cuanto hubo ) se parezca a esta Corrupción en Miami de Michael Mann, más que competente director que atina en dar a este producto de videoclub ínfulas de película de altura con un uso sobresaliente de la alta definición.
No siendo buen cine, que no lo es, es entretenimiento de muy alto nivel. No se le niega su frivolidad, su decaimiento en la trama estrictamente argumental, pero brilla poderosamente cuando Mann, versado en refriegas policiales desde su Miami Vice televisiva o desde la muy aceptable Heat, ataca la filmación de la violencia.
El plantel de estrellas hace lo que se les dice: ponen el gesto, dan la talla en la compostura, aunque tampoco tienen parlamentos profundos, ni atormentadas almas a las que redimir en noventa minutos de metraje. Me gustó muchísimo Jamie Foxx, que ya ha demostrado que toca todos los palos, y todos los hace con dignidad. Sobra Colin Farrell, que no es un actor con empaque todavía.
¿Y las lanchas? No espere el amable lector de esta página de cine la lancha vertiginosa y molona fatigando las aguas sucias de los cayos de Florida, aunque alguna hay, claro. Tampoco el machacón ritmo de la melodía de Jan Hammer. Hay ( y a tutiplén ) intrigas mafiosas, infiltrados, tiros, crimen organizado, redadas, drogas, prostitutas.... Como un C.S.I., pero sobredotado económicamente.
Luego está el final mayestático, una coreografía absolutamente recomendable de tiros en las calles, que deja al espectador sin aliento: literalmente.
Corrupción en Miami es un producto de marketing, es un guiño descarado a un producto de éxito, es un videoclip largo y costoso, pero no debemos restarle eficacia y sobriedad, amor por el puntillismo, cierta querencia por el trabajo artesano ( esa profundidad de campo con cámaras de alta definición en tomas nocturnas ).
Mimbres muy notables como para ser excesivamente riguroso con lo que, a ciencia cierta, no pretende otra cosa que entretener. Y lo hace sobradamente.
Al fin y al cabo, la serie ochentera era ñoña, abusaba de Armanis y cochazos imponentes sin venir a cuento y Don Johnson era un actor resultón, pero mediocre.... ¿ O valía el hombre ?
Bien, la caja de Pandora está abierta. Y ojalá lo que viene ( y mucho de cuanto hubo ) se parezca a esta Corrupción en Miami de Michael Mann, más que competente director que atina en dar a este producto de videoclub ínfulas de película de altura con un uso sobresaliente de la alta definición.
No siendo buen cine, que no lo es, es entretenimiento de muy alto nivel. No se le niega su frivolidad, su decaimiento en la trama estrictamente argumental, pero brilla poderosamente cuando Mann, versado en refriegas policiales desde su Miami Vice televisiva o desde la muy aceptable Heat, ataca la filmación de la violencia.
El plantel de estrellas hace lo que se les dice: ponen el gesto, dan la talla en la compostura, aunque tampoco tienen parlamentos profundos, ni atormentadas almas a las que redimir en noventa minutos de metraje. Me gustó muchísimo Jamie Foxx, que ya ha demostrado que toca todos los palos, y todos los hace con dignidad. Sobra Colin Farrell, que no es un actor con empaque todavía.
¿Y las lanchas? No espere el amable lector de esta página de cine la lancha vertiginosa y molona fatigando las aguas sucias de los cayos de Florida, aunque alguna hay, claro. Tampoco el machacón ritmo de la melodía de Jan Hammer. Hay ( y a tutiplén ) intrigas mafiosas, infiltrados, tiros, crimen organizado, redadas, drogas, prostitutas.... Como un C.S.I., pero sobredotado económicamente.
Luego está el final mayestático, una coreografía absolutamente recomendable de tiros en las calles, que deja al espectador sin aliento: literalmente.
Corrupción en Miami es un producto de marketing, es un guiño descarado a un producto de éxito, es un videoclip largo y costoso, pero no debemos restarle eficacia y sobriedad, amor por el puntillismo, cierta querencia por el trabajo artesano ( esa profundidad de campo con cámaras de alta definición en tomas nocturnas ).
Mimbres muy notables como para ser excesivamente riguroso con lo que, a ciencia cierta, no pretende otra cosa que entretener. Y lo hace sobradamente.
Al fin y al cabo, la serie ochentera era ñoña, abusaba de Armanis y cochazos imponentes sin venir a cuento y Don Johnson era un actor resultón, pero mediocre.... ¿ O valía el hombre ?
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