12.10.24

Un atlas del asombro

 





Algunas nubes hacen de su ocupación del aire una lanza o una catedral o un exhiben un gesto de gárgola. La de ayer, en su afán vertical, sancionaba al azul que la acogía, pugnaba por zafarse de algo que la arrimaría a la tierra, cuando ella es sustancia del cielo. Carecemos de intendencia para comprender a las nubes. La misma que se echa en falta al preguntarnos por el mar o por los árboles. Esa impericia es hermosa. Nos provee de asombro, nos faculta para desentendernos incluso de nuestra propia naturaleza, que es una lanza o una catedral o exhibe gesto de gárgola o se alza o se encoge según las circunstancias que la cercan y anhela la vastedad del cielo o la cercana rotundidad de la tierra.


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