22.10.23

Perro semihundido


 

                                                 Perro semihundido, Francisco de Goya, 1819


Está el perro sin terminar todavía, se aprecia su indeterminación, se le ve arrojado, no obstante, atisbando el horizonte, olisqueando el aire ocre en el que podrían volar unos pájaros que no se nos ha permitido ver. La realidad está en lo que no vemos, en lo que sustrae para que el ojo fabule o para que la incertidumbre ocupe toda nuestra atención y no haya nada que decir cuando nos retiramos y no haya perro ni pájaros en el cielo entenebrecido. Sentimos ternura hacia el perro incompleto, imaginamos sus ojos columbrando un punto indistinguible de los demás puntos, pero próspero en su afán de entenderlo o en la más sencilla voluntad de alcanzarlo. Qué podríamos saber sobre lo que barrunta la cabeza de un perro o la de quien lo observa con escrutinio infatigable, con paciencia y con oficio. También están el que lo mira o el que lee a medio terminar, indeterminados, tal vez observados, leídos. Como si una verdad estuviese a punto de ser revelada y estuviese en nuestra mano dar con las palabras que la impongan al silencio. Porque es del silencio el lenguaje. Porque somos misteriosamente el pájaro y el perro, el cielo empobrecido y la tierra que lo anhela  


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