11.10.23

Evangelio de las palabras del agua


Vienen los pobres al infierno con los ojos abiertos como catedrales en el aire. El agua fresca y honesta del río de los muertos no conoce la elocuencia del fango. El infierno es un festín de manzanas rotas, es un beso caliente y húmedo. El cielo, un acabar perplejo, un amor sin labios. Señor, escribo un ala para quien traga tierra, escribo una blonda de niebla donde el olvido pronuncia un salmo que se desdice, como gimiendo, como vacío. Un ruido viene de adentro. Frente al crepúsculo, mi voz era un brotar de hierbas invisibles en la hierba casta. Mi lengua, el fuego roto, su cáncer sin alma. Vienen los limpios de espíritu en un arrebato de ira, en un veneno sin falta. 

Escribo, ah Señor, un evangelio con la sangre de los muertos, con los huesos de los ángeles, con las babas del diablo, con las lágrimas de las ninfas, con el semen de los sátiros. El sátiro existe porque existen las ninfas, esas hermosas doncellas de los bosques, hijas de Zeus, cabalmente desnudas en sus devaneos frívolos por las orillas de los ríos, vigilando el destino del hombre. El diablo existe porque existen los ángeles, esos heraldos de la divinidad pura, esos niños alados que no conocen el lujuria ni la ceniza. Los muertos existen porque el cielo se ha roto. 


Contiene un verso de Los Planetas 


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