30.4.19

El día del Jazz



No sé si hubo antes y hubo un después, pero la irrupción del jazz en mi vida, aunque no sepa consignarle una fecha, es tan relevante como otras fechas a las que les doy la más alta importancia y a las que acudo cuando debo contar lo bien que me va en ella y lo feliz que soy. Las tres cosas son singularmente ciertas: la vida me ha tratado bien, soy feliz y amo el jazz. De hecho hay días en que uno admite la incertidumbre y se apesadumbra y consiente que el desánimo le derrote; hay días en que eso de que es feliz no es cierto del todo, pero quién podría decir sin sonrojarse (las mentiras sonrojan) que es feliz a tiempo completo, feliz como quien dice que es asmático o hincha de su equipo de fútbol favorito o alegre consumidor de cerveza checa. A todo soy capaz de adjudicarle una traba, pero el jazz es fiel, sé que está cuando lo preciso, no me contradice, me conforta cuando los ánimos flaquean y los iza con mayor pujanza incluso cuando se encabritan y parece que no hay nadie que rivalice conmigo en bienestar y en armonía. Al jazz le tengo esa devoción que otros le tienen a su religión, sin que esta osadía reduzca lo más mínimo el valor que tiene la religión en sí, aunque yo no la tenga a recaudo en mi alma y, en ocasiones, tenga la certeza de que no la tendré nunca, por más que sienta el impulso de abrazarla y de hacer que me acompañe los años que me resten de vida. Con lo que no titubeo en apasionamientos es con el jazz. Lo escucho a diario, siento que si no lo tengo a mano los días son incompletos, no están revestidos de la misma confortable prestancia. Así que tengo que escribir algo sobre jazz en el día en que se festeja su existencia. Juro por la trompeta de Chet Baker o por el saxo de Coleman Hawkins o por el piano de Bill Evans o por las baquetas de Art Blakey o el contrabajo de Charles Mingus que no tenía constancia de que la fecha señalada fuese la de hoy. Mi amigo Ramón me la ha recordado. Me ha dicho: Emilio, yo te doy la entrada y tú empiezas la melodía. Nos llevamos bien los dos. Tanto Ramón y un servidor como el jazz y un servidor también. El año que viene tengo que explayarme más. Me he quedado corto. El día del jazz ha sido un día muy largo en otras consideraciones y tengo más cansancio que otra cosa. Me voy a preparar un disquito para redondear el festejo. Creo que Kind of blue valdrá, valdrá Miles Davis. Ya sé, siempre cogemos los mismos discos, pero es tan bueno.

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