1.5.19

Vértigo

Tengo la mirada perdida y Kim Novak baila con un discreto tumor en los ojos.
Tengo la mirada turbia y Dios no ha venido a darme consuelo.
Tengo la mirada rota y el aire quema como un salmo en la sangre.

Están  mis ojos sin propósito y ese fuego humilde no me consume ni hiere.
Estoy frente al puro infinito y esta quietud no alienta prodigios.
Es la plenitud o es el vacío y un ángel me invita a que lo abrace.
Kim Novak bajo un cielo de números primos respira adentro mis palabras.
Kim Novak cuando todavía no se teñía el pelo ni subía a campanarios.
Dios respira Kim Novak y pronuncia a lo lejos el vértigo de mi carne.
Estoy con Dios en los pulmones pero mi voz tiembla y se desquicia.

Mi madre observa el insomnio y un cansancio dulce me invade.
Los años acaban por delatarse y el amor tiene esta noche vocación de desagüe. 
Mi madre con un zapato en la boca y olor a gasolina.
Mi madre tiene cien años y habla con endecasílabos.
Habla como si la escuchara Dios.

Jimi  Hendrix  suena desde unos Yamaha en el Tempo.
Siempre que escucho a Jimi Hendrix me viene a la cabeza Charlie Parker. 
No hay quien se crea de verdad que Jimi Hendrix pudiera morirse.
No hay quien se crea de verdad que Charlie Parker  pudiera morirse.
La vida dicta severas instrucciones de uso.
La pasión escancia su lenta orfebrería, su palabrería viciada y sus febriles besos.
La vida jadea en conciencia su libro de pétalos, su luz mordida, su eco trémulo.

Un tren de algodón descarrila en un sueño.
Nubes tocadas de tragedia cubren los ojos de los muertos. 
El aire es una voluta barroca de lágrimas.
Al alma la astilla el tiempo.
Solo se puede amar a Kim Novak cerrando los ojos.
Queda noche para beber más bourbon.

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