23.4.19

En el día del libro

La mejor manera de festejar los libros es leyendo. Todas las demás, siendo buenas, unas más que otras, no alcanzan el tumulto interior que se produce cuando se lee. Es tumulto y es aventura. No hay quien lea y salga indemne. Leer perturba, pero es el tipo de perturbación que se anhela; la que, una vez probada, no puede ser retirada, ni rebajada. No hay nadie que lea por las mismas razones que los demás. No existe argumentos que puedan compartirse, ni siquiera los hay similares. Hay quien desea que le corroboren lo que piensa (para que otros confirmen lo apropiado de su pensar) y quien sólo desea que se lo refuten (para que otros confirmen justamente lo contrario). También el que pendula entre una opción y otra y en ocasiones persigue que se le asombre  y todo sea novedoso y, en otras, que se le respete la parte de verdad que le vale para seguir avanzando y aceptar que el mundo gira y él gira dentro. No hay dos lectores iguales. El mismo lector, según el día, hasta obligado por el libro en el que ande, puede ser varios lectores a la vez. El amor infinito a un autor desquiciado puede ser emulado por el amor infinito a un autor prudentísimo. Uno tiene a recaudo esa nómina de amigos a los que no conoce, de los que tiene tal vez una información errónea o ninguna. Porque todos los escritores que me han hecho feliz han sido un poco amigos míos. Me han confiado lo que piensan, con mayor o menor claridad, con más o menos ocultamiento; me han confiado el relato de sus alegrías o de sus pesares y yo, más agradecido que otra cosa, he cuidado de que ese relato no se pierda del todo y prospere en mi memoria y me haga desear más. Cuando se lee siempre se desea más. No soy amigo de festejos literarios, no soy asiduo de ceremonias en las que se presentan libros, pero siempre leo lo que festejan esos libros. No sabría pensar en mí sin imaginarme leyendo. No es nada que otros no practiquen más afinadamente que yo. No me exhibo aquí para que nadie envidie mi vicio. Hay quien lo profesa de un modo al que yo no sabría acercarme. Creo que tampoco querría. Hay veces en que leer mucho hace que vivas menos. Esa es otra parte de la historia. Hace falta tener tiento, no excederse, no dejar que los libros lo ocupen todo. Ni siquiera podemos depender de ellos, pero no siempre sabe uno gobernarse, ni falta que hace.

1 comentario:

JLO dijo...

es como todo, mucho de algo es perjudicial, aunque eso mismo sea el leer... pero es preferible a otras cosas no? saludos...

Pensar la fe